El tratamiento histórico del franquismo aparece rodeado de aseveraciones subjetivas y juicios de valor polémicos, consustanciales a la ciencia histórica, pero enriquecedores y expresión del pluralismo del mundo académico y de nuestra sociedad. Sin duda, el conocimiento histórico (y su desconocimiento) tiene relevancia en la conformación de la conciencia ciudadana en un sistema democrático en el que el votante de forma periódica da y quita el poder depositando una papeleta en una urna. De ello se deriva la necesidad de construir un relato histórico legitimador de aquellas fuerzas políticas contemporáneas que se arrogan la cualidad, prácticamente en régimen de monopolio, de luchadores incansables contra la dictadura. Ese mismo discurso se torna deslegitimador de aquellos rivales actuales a los que se les imputa la categoría de sucesores de los que durante la II República o la Guerra Civil osaron disputarle el poder en las urnas o en las trincheras.
En estos momentos, desde el Boletín Oficial del Estado, se aplica al franquismo aquella damnatio memoriae propia de la antigua Roma que pretendía eliminar el recuerdo del enemigo vencido entre las futuras generaciones. El espíritu de esta especie de Historia de Estado, nacida jurídicamente de la Ley de Memoria Histórica (2007) y de la Ley de Memoria Democrática (2022), defiende, desde la facultad de vinculación que otorga el BOE, que el franquismo ha de ser derogado y su presencia eliminada. El franquismo, se nos viene a decir, no tuvo política social, no pudo tener política social, es necesario que no tuviera política social. El franquismo social nunca existió. Y esta verdad absoluta y dogmática se traslada al sistema educativo en el que se forman las nuevas generaciones de futuros votantes a través de un currículum que silencia aquella realidad propagando un esquema maniqueo y adoctrinador.
En esta obra se defiende que, con imperfecciones constatables, el franquismo social existió; que fue el resultado de la metamorfosis buscada por el bando vencedor salido de la Guerra Civil; que la dictadura izó el estandarte de la cuestión social y que pugnó por separarse de aquella legitimidad de origen surgida de su victoria en las trincheras. Y para ello generó un modelo de previsión social organizado sobre la base de un conjunto descoordinado de seguros que pusieron los cimientos de lo que hoy denominamos Seguridad Social. Por tanto, el Estado de Bienestar que hoy disfrutamos hunde sus raíces en el período histórico abordado. Su deseo fue el de atraer al regazo del régimen del 18 de julio a las masas obreras a través de la acción del Ministerio de Trabajo, de los Sindicatos y de falangistas como José Antonio Girón de Velasco. Así pues, el franquismo social se caracterizó tanto por sus realizaciones tangibles e innegables, hoy habitualmente omitidas, como por la zanja existente entre el relato construido y los logros efectivos de su política social. Esa distancia, también tangible e innegable, entre el relato oficial y los frutos efectivos de sus realizaciones se recorrió, como en cualquier otro tiempo y lugar, a lomos de la estrategia atemporal de la propaganda.
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18/11/2024