En los primeros años cuarenta, del siglo pasado, se puso muy en boga la expresión «esto parece una república» y se utilizaba siempre que los ciudadanos notaban un desorden, sobre todo de carácter cotidiano. En mi casa lo decía mi madre o mi abuela cuando en nuestras habitaciones dejábamos las cosas revueltas y por el medio, «niño recoge tu cuarto que parece una república» y era, aparte de gráfica, muy entendible por su sentido y definición. Desorden y anarquía.
La segunda república, cuando fue tomada por las hordas rojas, arrasó con lo poco buena que tenía desde ese 14 de abril del 1931, convirtiendo esa falsa alegría del inicio de su camino, en el horror del Frente Popular, de sus desmanes y crímenes.
Ahora en esta tercera república que padecemos se está consumando un desastre nacional, basado en ocurrencias llevadas a cabo desde la desvergüenza del dictatorial decreto ley y sin ningún contrapeso jurídico social que pare estos desmanes. Estamos en manos de unos políticos analfabetos y la ciudadanía no sale a la calle en serio para acabar con esta pesadilla, los rosarios y piñatas en Ferraz dan mucha pena cuando no risa. El pueblo tiene que despertar de este sin sentido y volcar en la calle toda la indignación que tiene, sin esperar ayuda de nadie. En este país, antes España, ya no hay oposición, la derecha está donde ha estado siempre desde los tiempos de Gil Robles, hasta nuestros días, de mamporreros de la izquierda, suplicando una alternancia en el poder para forrarse sin cambiar nada. El PP es una sucursal vergonzosa del PSOE y su presidente, Feijóo un aldeano sin fuelle ni carisma. La otra cara de la derecha encuadrada en VOX, tiene el mismo futuro que Ciudadanos y UPYD, la desaparición.
Y con este rebaño de ágrafos y apesebrados ¿qué nos queda para intentar revertir este desastre y evitar la defunción de la Patria? ¿Quizá la monarquía? No. Este rey de papel es un muñeco que no sirve para nada más que para leer los discursos que le escriben desde Moncloa y firmar las barbaridades que le ponen delante, además bastante tiene con disimular sus graves problemas familiares. ¿Apelar al cumplimiento de la constitución? Pues teniendo en cuenta lo que representa y de dónde viene, más bien es el origen de este cáncer que nos corroe, idea descartada. Esos que está usted pensando menos aún, ya se encargaron de domesticarlos haciéndoles olvidar sus obligaciones y despojándoles del germen de su razón de ser llamado honor.
Mientras los borregos tengan cobertura en sus móviles y no les quiten sus mochilas e independientemente de la edad puedan seguir paseando sus bermudas, emulando al tío Aquiles de los Chiripitifláuticos, en los tórridos veranos, no hay nada que hacer, tenemos la batalla perdida.
Desorden, leyes disparatadas, mentiras climáticas y derechos inventados, colas del hambre y datos del paro falsos, gobernar con terroristas y con golpistas que odian a España. Como diría mi madre si todo está «patas arriba» y revuelto. Niño arregla tu cuarto que parece una República