Mi amigo José Mª Manrique, junto con José Mª Balmisa y Enrique Rovira acaban de publicar un libro importante: Luz sobre la guerra de 1898. Manuscrito inédito y proscrito por Ramón Auñón, ministro de Marina, en SND Editores. Podría creerse que se trata de un tema viejo y ya superado, pero no es así. Aquella guerra causó en España una profunda crisis moral cuyos ecos persisten con verdadera fuerza: el descrédito hacia España y su historia cultivado sistemáticamente por políticos e intelectuales, los “gárrulos sofistas” de que hablaba Menéndez Pelayo. Sofistas que decretaron el pasado hispano como “enfermo”, “anormal” y cosas peores, e intentaron hacer que España enviara carne de cañón al servicio de Francia e Inglaterra en la I Guerra Mundial. Fue a raíz de aquella crisis cuando cobraron fuerza real los separatismos, el terrorismo ácrata y el PSOE, verdugos del sistema liberal de la Restauración y luego de la II República y que, fenecido el anarquismo, vuelven a atacar la democracia actual. Nada, pues, de un hecho sin la menor relevancia actual, como muchos creerían.
Manrique ya tiene otros estudios interesantes sobre aquella guerra, cuya conducción por el gobierno, por Montojo y sobre todo por Cervera, siempre generó fuertes sospechas. Lo que puede decirse de Cervera es que fue a la lucha con ánimo plenamente derrotista, y que sus medidas fueron, una tras otra, muy favorables al enemigo. Sin embargo salieron exonerados en el consejo de guerra que se les siguió. La imagen que quedó para la historia “popular”, fue la de una absoluta inferioridad de la escuadra española, hasta de “barcos de madera”, por deficiencias nacidas de la ineptitud de los gobiernos, pero que habría luchado con heroísmo contra fuerzas aplastantemente superiores. Desde el primer momento, Cervera exhibió un radical derrotismo, lo que hace pensar en la responsabilidad del gobierno de Sagasta (masón): ¿Cómo obligar a la lucha a un almirante sin ánimo alguno? Posteriormente, Cervera fue paseado por sus vencedores casi como un trofeo, dando conferencias por ciudades de Usa. El historiador naval Agustín R. Rodríguez ya analizó en profundidad la extraña conducta de Cervera, que por mi parte recogí en Una historia chocante.
En resumen, los autores señalan cómo el manuscrito del ministro de Marina muestra sus denodados esfuerzos por apoyar a los dos almirantes, esfuerzo saboteados por los ingleses en relación con Filipinas; y desmonta, uno por uno, los argumentos de Cervera: la supuesta imposibilidad de su escuadra para ir a Puerto Rico y para salir de la bahía de Santiago por estar bloqueado, pues por bastantes días no estuvo bloqueado y pudo haber salido hacia Cienfuegos, plaza próxima, bien defendida y con conexión directa por ferrocarril con La Habana, desde donde podían haber haber acudido algunas unidades de los más de 200.000 soldados que había en la isla. Auñón también desmonta el argumento de Cervera de la falta de carbón, señalando la entrada en Santiago de varios carboneros, teniendo carbón de sobra para salir con éxito de Santiago y dirigirse a otro puerto de la isla. Lo mismo hace con el argumento de la falta de víveres, demostrando con datos que había más que de sobra, como lo demuestra que tras la caída de la plaza se vendieran en gran cantidad.
El informe de Auñón desmiente el relato oficial del sacrificio heroico de las dos escuadras (Cavite y Santiago) en aras de salvaguardar vidas humanas y al mismo tiempo cumplir las órdenes de un gobierno derrotista. Muchos, en España, pensaron que el gobierno había buscado deliberadamente entregarlo todo a Usa, librándose de la carga que representaba la guerra de Cuba. Actitud que tuvo las consecuencias políticas y morales más nefastas para el siglo XX español.