Ya se sabe que estamos rodeados de tontos voladores por todas partes y que el 90% de los circulantes por calles y plazas de este disparate, antes España, saben leer y escribir, pero no practican. También sabemos, algunos, que el nivel de analfabetos funcionales de este país es suficientemente devastador como para echarse a llorar sin consuelo, o para no parar de reír, eso sí, con una risa amarga y dolorosa. Lo que fuimos y en lo que han convertido a esta sociedad en menos de medio siglo.
Ustedes se preguntarán, y no con poca razón, ¿esto a que viene? Pues viene al hilo de un espectáculo que presencié el pasado domingo 14 en el centro de Madrid. Un aquelarre vergonzoso y verdaderamente doloroso y triste. Que, aquel 14 de abril del año 1931, con la dejación de obligaciones la monarquía saliera corriendo encarnada en la lamentable figura de Alfonso XIII y que este hecho fuera suficiente para que un pueblo enardecido tomara la calle, con la esperanza de un cambio de rumbo beneficioso para todos, tiene un pase. Que la intelectualidad se uniera al jolgorio para luego recular de forma, como poco, indecente, si me refiero a Ortega y tantos otros, tiene menos pase.
La celebración de esa fecha tiene la importancia histórica de un momento negro en nuestra patria, pues, fue el principio del desastre propiciado por una izquierda marxista agazapada que acabando con la República empujó a España, entre intentos de golpes, como el de 1934, crímenes generalizados y con las elecciones de febrero de 1936 y el consiguiente triunfo fraudulenta del Frente Popular, a una Cruzada de Liberación que nos salvó del desastre total.
Ya sé que esto ya lo he dicho más de una vez, pero es la pura verdad y conviene recordarlo.
A menos de un mes de la proclamación de la República empiezan las quemas de conventos y las persecuciones al clero y a los católicos, luego ya un poco más avanzado el caos llegarían las checas y «las sacas» a mansalva ¿Algo que celebrar con estos terribles antecedentes? Nada.
Como digo más arriba, el 14 de este mes de abril me encontré de frente, en la Puerta del Sol, con una manifestación, o algo parecido, pues, era cuatro descerebrados, vociferando vivas al significado del 14 de abril y lo que es peor, esperanzados en una III República.
Lo que más me extrañó fue ver a gentes ya peinando canas entre esta pandilla de borregos que estaban pastoreados y dirigidos por un piojoso en pantalones corto, mochila, chanclas playeras y megáfono por el que escupía mensajes llenos de odio que, lógicamente, sus «corifeos» repetían todos a una.
Que unos cuantos porreros salgan a la calle ondeando banderas que no saben ni lo que simbolizan, produce lástima, pero que junto a esta pandilla aparezcan gentes que por edad vivieron muy de cerca estos hechos pasados solo me lo puedo explicar como resultado de la poca «depuración» y el exceso de «mano blanda» del Régimen de Franco.
Franco amaba a España y a los españoles.