El nueve de abril de 1977 era sábado de gloria y es la fecha que el canalla de Adolfo Suárez eligió para legalizar al partido comunista de España. En plena Semana Santa este individuo perpetra la infamia de dar carta de legalidad al partido, junto con el PSOE, más criminal de la historia. Es solo un dato para intentar entender lo que se gestó con ese invento maligno de la llamada reforma política, que, aunque abría la puerta del estado a todos los partidos y admitió todas las reivindicaciones que desde el rencor se les ocurría, ETA, seguía matando y además con más virulencia si cabe.
Que tanto el partido comunista como el socialista y toda la demás cochambre de izquierdas debería estar ilegalizada y con sus dirigentes en prisión, es un hecho incontestable.
La fiesta de los Santos inocentes es el día en que las iglesias cristianas recuerdan a los niños muertos a manos de Herodes, las primeras víctimas del cristianismo, nada que ver con bromas absurdas y pesadas. Una conmemoración de un crimen horrendo.
Este 28 de diciembre ha sido el día elegido por este gobierno de criminales para entregar el Ayuntamiento de Pamplona, como primera fase en la hoja de ruta pactada con Otegui, a ETA. La fecha tiene también otra lectura semejante al primer concepto, porque ETA ha asesinado a muchos inocentes en Pamplona. El nuevo alcalde, Joseba Asirón, es el «hombre de Paja» de un grupo en la sombra que lidera un tal Joxe Abaurrea, quien en 1988 era concejal de Batasuna y compartió salón de plenos con Tomás Caballero, concejal de UPN, amenazado y asesinado por ETA y que este perro batasuno se negó a condenar. También se podría comentar el crimen del teniente coronel Luis Prieto, ametrallado al salir de misa. Dos ejemplos solo de la vileza de este gobierno que perpetrando un pacto de sangre escupe su bilis en la memoria de inocentes y en el dolor de sus familiares.
Semana Santa y Santos Inocentes, dos fechas elegidas para reírse de todas las gentes de bien. Acaban poco a poco con nuestra España y nuestras más profundas creencias y ni siquiera los que tienen obligación de defenderlas con las armas de la legalidad y con las otras mueven un solo dedo. Indefensión y profunda pena.
Nos cayó una nefasta maldición
con la elección de este Presidente,
pues para él, sólo está en su mente
seguir ocupando el sillón
sin importarle que España reviente.
Maldita la gracia que me hizo
cuando juró cumplir la Constitución
y hacerla cumplir, y sin dilación
su juramento traidoramente deshizo.