Hay libros que nos enseñan experiencias no vividas, sociedades no conocidas, conclusiones aún no sacadas… Éste es uno de ellos.
Adela, española, católica por tradición, se encuentra con una sociedad a la que le ha sido amputada la humanidad y el amor. Casada con Jens, un alemán nacido en la parte de la extinta RDA, tras un intento de vivir en España, se traslada a Alemania. Allí descubre y vive la destrucción personal y social de un sistema comunista al que ha venido a rescatar una ideología de género mutiladora del futuro y la esperanza. Unas visiones de la vida, ambas, que crean seres resentidos y crueles, vidas que en su propia ideología llevan la más dura penitencia: la soledad y el egoísmo.
Adela se enfrenta a todo ello desde Dios, desde su fe, y desde la idea de que la vida es el mejor fruto del amor. Y esa fortaleza, que surge de ponerse en manos de Dios, le ayuda con su numerosa familia, con su exclusión social. Le ayuda a convertir la muerte de uno de sus hijos en una razón más para vivir y creer. Y para transmitir su fe como la forma de dar sentido a todo.
El libro atrapa por lo que enseña. Por lo que desvela de un mundo no conocido que nos queda demasiado cerca. Por lo que muestra de las consecuencias de una ideología que no termina con el fin del régimen político que la impuso. Por las conclusiones sobre la felicidad y el amor a las que nos conduce.