Durante este terrible tiempo que nos toca soportar entre la indecencia y el desastre se ha llegado a situaciones que rayan con el surrealismo. El último capítulo es el de introducir en la sede de la soberanía nacional lenguas que hablan cuatro garrulos, en la intimidad como Aznar, en detrimento de una lengua común y universal con seiscientos millones de hablantes en todo el mundo. El español, la lengua mal llamada de Cervantes, y digo mal llamada porque si volviera Don Miguel a la tierra en la actualidad, muy posiblemente entenderíamos la mitad de la mitad de su castellano, pues su lengua data de los siglos XVI y XVII y la lengua como es sabido está viva y evoluciona, aunque el símil de lengua y Cervantes me sirve para enmarcar la importancia de nuestro idioma universal con el autor del Quijote.
Hace años en un periódico nacional le preguntaron a Valle Inclán por la posibilidad lingüística del gallego y Don Ramón le contestó al periodista el poco recorrido que tenía su lengua local en comparación con el castellano y añadió que el intento de equiparación entre ambas lenguas sería una paletada sin ninguna posibilidad de equiparación. De parecidas maneras opinaba Don Miguel de Unamuno al respecto y otros muchos talentos patrios.
La lengua es un arma potente y manejada con sesgo político, es un error de graves consecuencias. Enfrentar dialectos y lenguas minoritarias con la lengua común de todos es un disparate que solo lleva al enfrentamiento entre españoles. El bochorno de ver a miembros de la anti España hablando en sus lenguas locales en el Congreso de la nación y ver a todos los demás partidos, menos VOX, arrodillados en sus respectivos escaños con sus dispositivos de traducción simultanea, me niego a usar la tontería de «pinganillo», para recibir una traducción de unos tipejos que en la cafetería del edificio con la copa en la mano hablan el idioma común, da la importancia de hasta donde ha llegado a estar podrida esta clase política y lo peor de todo, esta sociedad narcotizada que, hagan lo que hagan con ella, ni se inmutan. Están despedazando España y ni el Rey, ni las Fuerzas Armadas hacen lo que tienen que hacer cuando la unidad de la Patria está en peligro. El momento actual, creo yo, es el más grave desde el inicio de esta patraña llamada democracia. Lo que se aprobó el otro día en el congreso dando carta de naturaleza y normalidad a las lenguas regionales contra la lengua común que hablamos y compartimos entre nosotros es edificar en el aire una torre de Babel que vuelva a arrastrarnos a un enfrentamiento entre españoles de dolorosas consecuencias. Abrir la caja de los truenos nos puede llevar a lo que ya vivimos no hace demasiado tiempo y que como en aquella ocasión los mismos que provocaron aquello parece que quieren repetir un nuevo intento. La estrategia de utilizar el idioma como arma separadora puede resultar otro paso más hacia el abismo.