Admito que a veces en mis artículos soy reiterativo. Reconozco este hecho y confieso que me inquieta ver cómo, escriba o grite, da exactamente lo mismo porque la sensación personal es de tristeza, desaliento e impotencia. Clamar en el desierto.
Me pregunto ¿Qué tiene que pasar en nuestro país para que los ciudadanos salgan a la calle y de forma masiva acaben con todo esto que padecemos? No estoy hablando de, pastoreados por partidos políticos de cualquier tendencia un domingo por la mañana, acudan a una manifestación alimentando el ego de cuatro dirigentes tan sinvergüenzas como los que gobiernan para acabar tomando cerveza en cualquier bar o chiringuito a tal efecto. No hablo de discursitos vacíos de intenciones de una derecha repugnante y acanallada en su complaciente cobardía, hablo de «romper cosas» y terminar, si es necesario con violencia, esta situación gravísima que asola nuestra patria. Hay que tomar la calle y quedarse en ella peleando el tiempo que sea necesario.
Aquellas palabras tan veraces y también tan tergiversadas que pronunció José Antonio en el discurso fundacional, de «los puños y las pistolas» nunca han estado tan vigentes como en esta hora de España.
¿Cuánto más tenemos que ver? ¿Cuánto más tenemos que soportar cuando ya ni en el ejército cumple con su obligación? Las gentes están instaladas en una idiocia crónica muy difícil de entender, en un pueblo que a lo largo de nuestra historia ha sabido más de una vez levantarse contra la tiranía de unos y otros. Nos han robado durante la gripe china, encerrados sin una legalidad que les pudiera respaldar. Mientras nuestra gente se moría sola y desamparada, ellos, presidente, mujer, o lo que sea, del presidente, ministros, presidentes de comunidades autónomas, asesores y empresarios cercanos al PSOE, se enriquecieron de forma escandalosa y celebraron sus ganancias entre putas, cocaína y comilonas.
Cada día salen más informaciones de estos golfos y no pasa nada. Han sacado de las cárceles a violadores y pederastas y nadie ha movido un dedo. Está invadiendo España delincuentes que vienen, a gastos pagados, en pateras y ni una protesta. Por siete escaños se permite empezar a trocear nuestra patria, aprobando leyes suicidas que dan oxígeno y vida al separatismo más descarado y nadie clama por la unidad nacional. Vivimos, como nunca, en un clima real de inseguridad ciudadana y nadie hace nada, la policía no tiene autoridad y no la tiene porque aquí ya ni se tiene, ni la tiene nadie.
Otra vez solo unos pocos ejemplos de la crítica situación que tenemos, o reaccionamos de una vez de forma rápida y contundente, o nos quedamos sin España. ¿Es que solo tenemos horchata en las venas? ¿Solo horchata? ¿DE VERDAD?