Esta sociedad en la que vivimos se ha transformado en algo vacío, que crea momentos sociológicos que son mentira. En otros tiempos estos momentos estaban llenos de sentido moral y religioso, y ahora, como digo, están vacíos y anegados de un sentimiento falso marcado desde los poderes globales que han logrado ya dentro de su proyecto social acabar con las tradiciones verdaderas en momentos y fechas como las que próximamente vamos a celebrar. Llenar las calles de luces sin una simbología coherente con lo que se celebra no tiene ningún sentido. Las calles inundadas de gentes comprando enfebrecidas y quemando sus economías es un disparate. La televisión y la radio hace ya un tiempo que nos saturan sus espacios y comerciales de lo mal llamado «espíritu navideño», nada más lejos de la verdad, de ese concepto real y espiritual. Anuncios de colonias y de regalos. Un ejemplo solo. En el comercial de Navidad de este año de El Corte Inglés aparece un niño resabiado en un ascensor mágico que le lleva a un mundo bastante inquietante y absurdo, luego cuando vuelve a la realidad cuenta su experiencia a sus «dos mamás», esta basura subliminal es la semilla diabólica que están sembrando. Las gentes te felicitan las fiestas en un ambiente falso y muy lejano del verdadero sentido de una celebración que quieran o no está muy lejos de las comilonas y las borracheras, que no tienen nada que ver con los árboles gigantes, con luces cegadoras ni con el «amigo invisible», que el tipo gordo con gorro rojo y trineo volador no tiene razón de ser más allá de los planes de comercios y chiringuitos. Que el ayuntamiento de Madrid y la Comunidad pongan un belén en sus instalaciones evidencian un asqueroso e hipócrita postureo que nada tiene que ver con el símbolo cristiano del nacimiento de Jesús, ni con sus políticas falsarias alejadas de cualquier viso ético y religioso. La Navidad es otra cosa mucho más seria que toda esta basura que han conseguido implantar en esta sociedad occidental moribunda y en los países de tradición cristiana con el beneplácito de una Iglesia pérdida, rozando fundamentos poco asumibles por su pueblo. Navidad, natividad, nacimiento, estos son los verdaderos conceptos que el cristianismo y los cristianos debemos celebrar. Es la llegada del Hijo de Dios encarnado como hombre para redimirnos del pecado y darnos ejemplo de vida. La llegada del Cordero de Dios, que en muy poco tiempo nos dará su vida en una cruz y con su sacrificio de vida y resurrección vencerá a la muerte. La venida del Señor, quieran o no esta gentuza global y atea, va mucho más allá de lo que ellos quieren cubrir con su manto de basura. Son solo tres días, la noche del 24, el 25 y el 6 de enero, lo demás, es un invento superfluo muy lejano de la verdad de esta celebración. La noche del 24 es la llegada de El Salvador y el día siguiente el ejemplo a seguir de modelo de familia cristiana y el 6 de enero el simbolismo de los Magos de Oriente con sus regalos, oro, incienso y mirra. Regalos proféticos, entre los que está la mirra que da testimonio de uno de los ungüentos que se utilizaran en su preparación mortuoria. Así de serio es el tema. Los cristianos hemos visto que en Belén y justo en el sitio donde la tradición dice que estuvo colocado El Niño Dios, se encuentra el símbolo de un sol y es justo lo que representa la Navidad, la llegada de la luz que ilumina las almas. El sol que ilumina el mundo. Gloria a Dios en el cielo y en la tierra, paz a los hombres de buena voluntad. Desde el ruido infamante, feliz Navidad a unos pocos.