F. Javier Ramos Gascón. Licenciado en Derecho y Licenciado en Ciencias Económicas por la Universidad Central (actualmente Complutense) de Madrid. Intendente Mercantil por la Escuela Central Superior de Comercio de Madrid.
Académico correspondiente de la Real Academia de Ciencias Económicas y Financieras y de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación y Auditor-Censor Jurado de Cuentas, no ejerciente. En 1957 ingresó por oposición en el Cuerpo de Intendentes de Hacienda y desempeñó, entre otros, los cargos de Vicesecretario General Técnico y de Director General de Política Financiera.
En 1973 ingresó por oposición como Agente de Cambio y Bolsa del Ilustre Colegio de Madrid y fue elegido sucesivamente Secretario, Vicepresidente y Síndico-Presidente de la Bolsa. Fue miembro de la Federación Internacional de Bolsas, del Comité de Bolsas de la CEE y de la Federación Iberoamericana de Bolsas. En la actualidad es Presidente del Instituto de Estudios Bursátiles (I.E.B). Está en posesión de la Gran Cruz del Mérito Civil.
¿Por qué un libro sobre la figura de José Antonio?
Mi intención al escribir el libro fue la de destacar los rasgos principales de su personalidad. Este aspecto lo han tratado sus numerosos biógrafos, pero en mi opinión no lo han hecho con suficiente profundidad.
¿Por qué fue una figura tan carismática?
Creo que, sin duda, puede decirse que José Antonio fue una figura carismática y se comportó como tal desde que comenzó a actuar en público defendiendo la memoria de su padre hasta que escribió su testamento en vísperas de ser fusilado.
En todo caso, me parece importante indicar que a veces se atribuye a los términos «carisma» y carismático» un significado excesivo, como si se tratara de algo casi angelical, cuando creo que lo más adecuado es aplicarlo a alguien o algo que resulta atractivo o influyente.
Ciertamente su idealismo y su muerte prematura le convierten en uno de los personajes más importantes del siglo XX…
Sin duda alguna yo considero que, tal como se afirma en este punto de la encuesta, José Antonio fue una persona muy idealista. Prueba de ello es el hecho de que, teniendo un despacho de abogados que le permitía llevar una vida desahogada, prefirió ponerla al servicio de sus ideales para con España y los españoles, lo cual le ocasionó múltiples sufrimientos y determinó que quienes se consideraron sus adversarios acabaran con su vida a los 33 años.
¿Cuál es el legado que nos ha dejado?
No me resulta fácil responder a esta pregunta sin reiterar algo que ya he expuesto. Quizá pueda decirse que su vida constituyó un ejemplo de alguien que la dedicó al servicio de España, deseando que los españoles pudieran vivir en un clima de justicia y satisfacción de sus necesidades. En definitiva, lo que era el significado del lema «La Patria, el pan y la justicia.
¿Por qué no le interesaba hacer una biografía más, sino ahondar en su personalidad?
Como digo en el libro, las biografías sobre José Antonio han sido muy numerosas. Por tanto, según manifesté al responder a la primera pregunta, mi intención era más que nada analizar los aspectos que me parecen más relevantes de su manera de ser.
¿En qué fuentes ha profundizado para conocerle interiormente?
Según consta en la reseña de la bibliografía, las obras que he consultado para escribir el libro exceden de cien. Buena parte –quizá la mayoría- no abordan con profundidad cuestiones referentes a aspectos personales íntimos. Hay otras que sí pretenden tocarlo, pero por lo general tienden a convertirse en una especie de panegírico. Un libro que, por supuesto, hace una descripción muy favorable de José Antonio pero sin incurrir en unos elogios excesivos –o, sea sin llegar a lo que acabo de considerar un panegírico- es el escrito por su hermana Pilar. Ramón Serrano Suñer, buen amigo de José Antonio, hace un planteamiento bastante similar.
Como algo que considero significativo, me permito hacer referencia a las varias obras del historiador Stanley Payne, muy opuesto a la ideología de lo que denomina «el fascismo», que sin embargo elogia la personalidad de José Antonio. Llega a decir textualmente que lo encuentra «irresistible y que era un intelectual serio y romántico». También Paul Preston lo califica como un personaje «atractivo, valeroso y leal con sus amigos».
Asimismo me parece importante lo que afirman algunos intelectuales españoles. Para el Dr. Marañón, una de sus virtudes más altas era su reacción de generosidad para los que no pensaban como él; Salvador de Madariaga lamenta que no se pudiera salvar a alguien que quizá hubiera podido cambiar la historia de España; Azorín llega a decir que si se quiere definir su personalidad con un solo vocablo elegiría el de «inefable».
¿Cómo era realmente como persona y qué cualidades tenía?
Con objeto de no reincidir de manera excesiva en algo ya dicho o que necesariamente voy a exponer al contestar algunas preguntas que se hacen después, voy a tratar de ser escueto en la respuesta. Traigo así a colación el comienzo del discurso más célebre –el que pronunció José Antonio en octubre de 1933 en el Teatro de la Comedia- cuando postuló la conveniencia de atenerse al «laconismo militar». Diré que era culto – no sólo en lo referente a su profesión de abogado-; sencillo, como lo prueba el hecho de que nunca alardeó -al igual que tampoco lo había hecho su padre- de su condición aristocrática, pese a ser Marqués de Estella con grandeza de España; idealista; ambicioso para con los demás, no para sí mismo; que en ocasiones empleaba la ironía rayana en el sarcasmo; y, por último, según Serrano Suñer, tenía un rasgo que, pese a parecerlo a primera vista, no es incompatible con los anteriores, como era la timidez.
Al echar la vista atrás a cuanto acabo de exponer, me atrevo a decir: pues si no llego a ser escueto o lacónico escribo «El Quijote» o hasta «Los episodios Nacionales».
¿Cuál era su principal defecto?
Por recia y ajustada a las exigencias que él mismo trataba de imponer a su conducta, como toda persona, no podía dejar de tener defectos. He señalado antes el de su timidez, al que alude alguien que le conocía bien como era Serrano Suñer. También puede recordarse que el propio José Antonio se disculpaba de la propensión que decía tener hacia «la cólera bíblica». Personalmente me voy a atrever a indicar algo que de alguna manera insinúo en el libro: que no fue capaz de superar del todo su fracaso sentimental con el gran amor de su vida, Pilar Azlor de Aragón, lo cual probablemente fue lo que le indujo a dedicarse a la política. En este aspecto puede haber opiniones muy diferentes. La mía es clara: que ello fue beneficioso para España y los españoles -pues los aspectos positivos superaron netamente a los negativos, que también los hubo- pero que no lo fue para él.
Destaca su cultura y su carácter valeroso, aunque nada violento…
En efecto, en mi libro dedico un epígrafe a su afición a los libros de muy diversa orientación y variado contenido, no sólo los exigidos por sus estudios y su actividad profesional. Esto, al conjugarse con la inteligencia de que estaba dotado, lo convirtieron en una persona indudablemente culta.
En cuanto a la otra característica que se menciona en esta pregunta –la de su carácter valeroso pero no violento- estoy persuadido de que estos dos aspectos- coexistían en su manera de ser, aspectos que en absoluto son contradictorios.
En principio, dejo al margen todo lo relativo a su actividad política y me refiero a sus rasgos estrictamente personales. Se trataba de una persona joven y de complexión fuerte, acentuada por su preparación física a través del deporte, pero en su comportamiento, no hacía uso de esas cualidades para imponerse a los demás con quienes tuviera algún roce aunque no fuera él quien lo hubiese provocado. Sin embargo, como me parece lógico, si alguien le atacaba y le ofendía o actuaba de ese modo acerca de los suyos no «ponía la otra mejilla», sino que respondía. Esto en el aspecto estrictamente personal.
Cuando se dedicó a la política, él y sus seguidores tuvieron que soportar numerosos ataques hasta que se vieron obligados a actuar de modo similar con objeto de evitarlos. Es sabido que inicialmente tuvo que sufrir incluso burlas como la de ser llamado «Juan Simón el enterrador» –título al parecer, de una copla así titulada- y transformar las siglas de su partido en «Franciscanismo Español» o «Funeraria Española». Es sabido que, ante el reproche del jefe provincial de Toledo de que se estaban dejando «matar como moscas», respondió que no se podían constituir ellos también en una banda de asesinos. No obstante, José Antonio se vio obligado a aceptar la propuesta de crear la llamada «Primera línea», cuya denominación indica su disposición a responder en la misma medida a quienes les atacaban.
Su amor a Dios y a la patria quedan fuera de toda duda…
En efecto, José Antonio fue una persona con un profundo sentido religioso de la vida, aunque sin alardear de ello, ni comportarse como lo que en el lenguaje usual se llama «un meapilas». Su religiosidad trascendió a la esfera política, por ejemplo al definir al hombre como «portador de valores eternos» o «un ser dotado de un alma, capaz de condenarse o de salvarse». Su sentido religioso se puso también de relieve en el proemio de su testamento, redactado después de haber sido condenado a muerte y en vísperas de que se ejecutara la sentencia.
En cuanto su amor a la Patria, me parece evidente, no sólo en aspectos retóricos, sino de un modo auténtico y profundo al consagrarse a la política en unas circunstancias tan ingratas como las de la época de la República. Al proceder así abandonó su actividad profesional y la vida agradable que le permitían su buena posición social y una situación económica suficiente para disfrutar de su juventud y buenas relaciones.
¿Qué aporta el libro en relación a todo lo que se ha escrito sobre José Antonio?
Como es difícil hacer de juez de mí mismo, si se me permite voy a dar una contestación a esta última pregunta que en buena medida supone eludirla. Me voy a limitar a exponer mi propósito al escribirlo. Este consistió en el intento de hacer hincapié especial en las características básicas de su personalidad, cuestión que considero que no se ha abordado por los biógrafos con suficiente detalle o intensidad.