Hoy, en el 4° aniversario del inicio de la causa de beatificación el 8 de enero de 2021, el padre Huidobro presente en estos 2 artículos.
Proveniente del latín y que corresponde a padre o sacerdote, la figura del páter en el Ejército Español pertenece al capellán católico que les asiste religiosamente en situaciones de riesgo y fatiga, además de administrar sacramentos en ocasiones extremas. El páter, de hecho, ya aparece en tiempos de los Tercios de Flandes cuando los propios soldados eran los que le contrataban para que, con cruz y estola como aliado espiritual del guerrero, sus oraciones acompañaran las decididas acciones de aquellos valientes infantes.
Sería el jesuita Thomas Sailly (1553-1623), asesor y confesor de Alejandro Farnesio, el fundador de la misio castrensis acaparando la atención espiritual de aquellos combativos Tercios. Su labor ha llegado a nuestros días y las unidades militares cuentan entre sus filas con personal encargado de la asistencia religiosa de hombres y mujeres que, en su devenir diario, se ven acompañados en todo tipo de actos dentro y fuera de nuestras fronteras como las que acontecen en misiones internacionales en zonas de operaciones.
En 2013 el presidente estadounidense Barack Obama concedía a título póstumo la Medalla de Honor del Congreso a Emil Kapaun (1916-1951), capellán y capitán del Ejército de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial y Guerra de Corea, por su valor y méritos en esta última contienda bélica en la que fallecería tras ser apresado. Conocido como “el capellán de los soldados”, fue uno de los doce capellanes caídos en Corea, lo que le llevaría a ser declarado siervo de Dios por Juan Pablo II en 1993. “Nunca disparó un arma de fuego, pero tenía el arma más poderosa de todas: el amor a sus hermanos, tan poderoso que estaba dispuesto a morir para que ellos pudieran vivir”, dijo de él Obama en el acto de entrega de la condecoración.
Fernando Huidobro Polanco
El 10 de marzo de 1903 nacía en Santander Fernando Huidobro Polanco, sexto de los nueve hijos que tuvo el matrimonio formado por José Huidobro y María Polanco. En su adolescencia, nuestro protagonista fue criado y educado en Melilla, donde se trasladó toda la familia por motivos laborales de su padre (ingeniero de caminos, canales y puertos) al que se le había encargado la construcción del nuevo puerto de la ciudad autónoma en la primera década del pasado siglo XX. Ya en 1919 el joven Fernando se incorporaría a la Compañía de Jesús en el noviciado de Granada. En años sucesivos cultivaría su formación religiosa, filosófica y jurídica en diferentes centros de estudios en el extranjero como consecuencia de la expulsión de los jesuitas de España. Así, llegaría a Bélgica en 1932 y, posteriormente, a Holanda en 1933 donde se ordenaría sacerdote. Poco después, continuaría sus estudios en Friburgo (Alemania) donde llegaría a ser alumno del preponderante filósofo Martin Heidegger, cuya figura guiaría los pasos de su tesis doctoral.
Tras iniciarse la Guerra Civil en España y residiendo aún en el corazón de Europa, a finales de julio de 1936, decide regresar a la Patria que le había visto nacer y, sin exigencias de destino, llega a Talavera de la Reina a principios de septiembre de 1936 para convertirse en el capellán de la gloriosa IV Bandera “Cristo de Lepanto”. Ya en combate, en noviembre de 1936 es alcanzado por fuego enemigo y herido gravemente en la pierna en el frente establecido en la Casa de Campo de Madrid. Tras una corta convalecencia hospitalaria, el páter regresa con su unidad a los frentes del Jarama, Ciudad Universitaria y Hospital Clínico, donde no deja de auxiliar y encomendar a sus legionarios en una concatenación de acontecimientos que, sin duda, no sólo iban a ampliar las gestas de aquellos hombres, sino también la exhibición de sus virtudes heroicas ante propios y extraños.
Huidobro también acudió al rescate de soldados republicanos heridos que necesitaban de su atención suponiendo un aliciente más para acrecentar su notoriedad entre aquellos hombres bravos de sus filas. Ejemplo y referente en el centro de tan feroz contienda, el páter Huidobro se mostró como canalizador a la hora de humanizar los enfrentamientos de tan cruel y fratricida conflicto. Algunos autores apuntan a que llegó a escribirle a Francisco Franco para transmitirle su preocupación por una serie de hechos no sin antes redactar una serie de misivas en las que, bajo el título «Sobre la aplicación de la pena de muerte en las actuales circunstancias. Normas de conciencia», dio muestras de su acometividad y valentía en el terreno jurídico.
El capellán de la IV Bandera seguía siendo un personaje icónico entre los suyos a la vez que convencía y arrastraba a la tropa: ¡Este cura es un valiente!, ¡Es un santo!, decían aquellos legionarios que lo vieron con mono azul y crucifijo como relata el general Dávila en sus publicaciones. Admirado hasta la fecha y exponente de la humanización en una barbarie, héroe legionario y referente para los que se acercan a su historia, su gesta, la de sembrar razón en la sinrazón de la guerra, se sigue estudiando y reconociendo.
Fernando Huidobro, tras celebrar una Misa de campaña en la Casa de Campo, moriría en el frente de Madrid el 11 de abril de 1937; concretamente, en la Cuesta de las Perdices, actual carretera de La Coruña, a las órdenes del capitán Iniesta. Huidobro sería enterrado en un pequeño cementerio de Boadilla del Monte. Posteriormente, el 6 de noviembre de 1943, sus restos fueron trasladados al cementerio de la Compañía de Jesús en Aranjuez para, finalmente, reposar desde 1958 en la Parroquia de San Francisco de Borja en Madrid. En 1947 se abrió su causa de beatificación en Roma y, después de un parón de varias décadas en ese camino hacia la santidad, la Providencia ha querido que el eco de sus valores y virtudes resuene con mayor fuerza en los últimos tiempos.
El padre Pascual Cebollada S. J, postulador general de la Compañía de Jesús en Roma, asegura que, tras haber leído los relatos de los testigos, el capellán castrense falleció instantáneamente después de recibir el impacto de un proyectil enemigo que le destrozaría el cráneo mientras atendía a uno de los heridos en el puesto de socorro que se había convertido en su particular Gólgota. Días antes y ante la evolución del enfrentamiento, el propio Huidobro había hecho constar por carta a su hermano sacerdote la intuición del destino que le aguardaba: “Está la necesidad de morir para dar fruto”. Tras recibir la fatal noticia, el comandante de la IV Bandera exclamó: ¡Acaba de perder la Legión a un verdadero padre; la religión, un santo y España, un héroe!
El pasado 19 de julio de 2024 sus restos mortales eran reubicados en la Iglesia de San Francisco de Borja junto a los del santo jesuita D. José María Rubio. Este nuevo emplazamiento permitirá un mayor número de visitas de fieles y devotos. El acto de inhumación fue presidido por D. José Cobo, cardenal arzobispo de Madrid. Entre las autoridades religiosas y militares que acompañaron la celebración estuvieron presentes el arzobispo castrense, D. Juan Antonio Aznárez, y D. Juan Antonio Martínez Camino, obispo auxiliar de la capital. También, D. José Agustín Carreras Postigo, general jefe de la Brigada de la Legión y el teniente general Antonio Jesús Cabrerizo Calatrava, general jefe del mando de personal del Ejército de Tierra. La solemne y sencilla ceremonia estuvo acompañada por un piquete de honores procedentes de la IV Bandera con sede en el II Tercio Duque de Alba de Ceuta que, a su vez, se encargaría de portar la urna hasta el nuevo mausoleo en el claustro del templo.
La razón principal que sostiene la causa de su beatificación, de la que hoy 8 de enero de 2025 se cumplen cuatro años de su inicio por parte del Arzobispado Castrense y la Compañía de Jesús, está relacionada con sus continuas muestras de santidad y la práctica de virtudes heroicas en vida. La historia del páter Huidobro habla de reconciliación en un complicado mundo actual no exento de fracción y polarización. Y bien es conocedor de ello D. Emilio Domínguez Díaz en “Padre Huidobro, héroe de almas legionarias”, un reciente libro biográfico sobre el capellán de la concordia que está divulgando por toda España o, también, la novela de Pedro Miguel Lamet S. J. titulada “Las trincheras de Dios”.
El Arzobispado Castrense de España, coincidiendo con el centenario de la Legión Española en 2020, impulsaba la causa que permanecía detenida desde 1947 para, si cabe, dotarla de mayores razones e intensidad divulgativa en el mundo legionario a la espera de recibir noticias de Roma. Para la Legión Española, su páter es santo desde aquel funesto 11 de abril de 1937.
Una gran piedra de granito le testimonia en el kilómetro 8 de la carretera de La Coruña, lugar en el que entregó su vida para alcanzar la eternidad. En sus días no recibió ni distinción ni reconocimiento por su entrega como sí había ocurrido con Kapaun. Abanderado de Jesucristo, príncipe de la paz, con vocación de servicio y heroicidad, los dos capellanes se dan la mano en una ejemplar muestra de dedicación y alicientes que han de llevar a Fernando Huidobro Polanco, páter legionario y jesuita, al justo y recto camino de los altares de la cristiandad en espera de la más alta condecoración: su santidad.
Hoy se cumplen cuatro años desde que el proceso de beatificación del P. Huidobro recibió su gran impulso. La causa arranca en Madrid porque es donde falleció el Siervo de Dios y está promovida por el Arzobispado Castrense y la Compañía de Jesús.
El P. Huidobro fue un jesuita que falleció en combate –por un obús–en la Guerra Civil española. Tras intentar de forma infructuosa instalarse en la zona republicana para ayudar a los represaliados, se incorporó en 1936 a la IV Bandera del Tercio de la Legión como capellán en Talavera, Toledo. Nunca eludió los riesgos que implicaba su labor como capellán en zona de guerra, y con frecuencia acudía al frente para dar atención espiritual a los combatientes, heridos y moribundos, muchos de ellos del otro bando de la guerra.
Hace unos meses, con ocasión del Congreso «Tolkien: Verdad y Mito», tuvimos ocasión de charlar con un especialista en Tolkien… y en Roy Campbell y como legionario en el P. Huidobro: Doctor Emilio Domínguez.
Acababa de publicar una biografía sobre el capellán, cuya causa de beatificación está recibiendo un nuevo impulso («Padre Huidobro, héroe de almas legionarias»).
La génesis del libro, en sus propias palabras fue «providencial». En junio de 2023 recibe una llamada del Arzobispado Castrense porque estaba cercana la fecha del cierre de la fase diocesana. En los últimos años Emilio había escrito cinco o seis artículos sobre el P. Huidobro, no había mucha más literatura reciente sobre el sacerdote jesuita.
Varios de aquellos artículos eran accesibles además en la web del Arzobispado aunque estaban publicados en distintos blogs y publicaciones decide unificarlos y tras hablar con el editor se lanza. Era plena campaña electoral española, con la polarización política en máximos.
En ese ambiente el P. Huidobro adquiere todavía más sentido, como Domínguez escribirá más adelante:
capellán de la concordia, adalid de la reconciliación, campeón en valores y virtudes, héroe de almas legionarias y protector espiritual de hermanos, de uno u otro bando, enfrentados por el odio y la sinrazón de la guerra. En un mundo actual asolado por el relativismo y la polarización, los actos y acciones de su vida no sólo se postulan como puente entre trincheras ideológicas, sino también como piedras en un camino de santidad hacia la beatificación.
Luego vino la labor documental, la relectura de las biografías del padre Peyró, del padre Valdés, del padre Tobar.
Los testimonios de su vida en Talavera, compartir impresiones y material, los testimonios ayudan a entender mejor el contexto. Como por ejemplo la influencia del padre William Doyle (1873-1917), sacerdote católico irlandés abatido en la Primera Guerra Mundial, que con su acciones y muerte en el frente francés servirían de paradigma a los capellanes jesuitas españoles que, durante la guerra, sirvieron en la Legión con el poder de su férrea disciplina jesuita, su compromiso espiritual y la exclusiva fuerza del crucifijo empuñado entre las trincheras.
La causa del P. Huidobro no recibió mucha atención después de la muerte del vicepostulador, el padre Valdés (1987), que fue biógrafo suyo en los años 60 y estaba en punto muerto. Pero en 2021 recibió un nuevo impulso, tanto por devotos caballeros legionarios como por los arzobispados castrense y madrileño, junto con el interés de la Compañía de Jesús y de la Comisión histórica creada al efecto materializó en la finalización de la Fase Diocesana antes del establecimiento de la positio en la Fase Romana y la exhumación de sus restos.
El libro de Emilio Domínguez, al margen de una ocasión extraordinaria para conocer la vida del P. Huidobro ofrece claves para movernos en este mundo de hoy, y como señala en su libro respecto al capellán legionario, «podríamos citar cuatro grandes baluartes: oración, sacrificio, compromiso con el deber y alegría».
En un tiempo que la con la herramienta de la «memoria histórica» se quiere sembrar de nuevo odio, el P. Huidobro es un buen intercesor, también por su patria en esta Tierra.
La muerte del P. Huidobro cuando ayudaba a un legionario herido que había pedido confesión
El arrojo del P. Huidobro le valió el respeto de los legionarios a los que acompañaba, sobre todo tras caer gravemente herido en la batalla de Madrid durante los combates en la Casa de Campo en noviembre de 1936. Cuando aún no se había recuperado del todo, se reincorporó al frente, esta vez en la Ciudad Universitaria de Madrid.
El 5 de abril de 1937, durante un permiso para realizar unos ejercicios espirituales, hizo los últimos votos en el Colegio de San José de Villafranca de los Barros, en Badajoz.
Después regresó al frente. Pocos días después falleció como consecuencia de las heridas provocadas por un obús mientras ayudaba a un legionario herido que había pedido confesión.
Fama de santidad ya en vida
Según se puede leer en la web de la Archidiócesis de Madrid, el siervo de Dios gozó de fama de santidad ya en vida, como se relata copiosamente en su proceso. Y también en el momento de la muerte y después de ella. Tanto sus familiares y amigos como sus compañeros jesuitas, como los militares testimoniaron al poco tiempo de su muerte acerca de su vida heroica de santo. Muy pronto se editaron estampas con una oración pidiendo su beatificación. Existe también una lista de favores atribuidos al padre Huidobro tras su muerte.
Es indicativo de esta fama que la primera sesión de su causa sea solo diez años después de su muerte. 25 testigos cualificados – en su mayoría jesuitas y militares – testimonian sobre ella. Es importante subrayar que la heroicidad de sus virtudes la ejerció durante toda su vida, especialmente durante su formación en la Compañía de Jesús (1919-1936) y como capellán en el frente (1936-1937). Por eso es propuesto como modelo de virtudes en su calidad de sacerdote jesuita y no solo por los siete meses que estuvo en el frente.