El 20 de diciembre de 2023 vence un plazo histórico. Habrán pasado cincuenta años del asesinato del almirante y presidente del Gobierno D. Luis Carrero Blanco. Sin embargo, medio siglo después, para millones de españoles la figura del almirante es una total desconocida, como si perteneciera a un pasado demasiado remoto, que a nadie importa y poco aprovecha recordar.
Aun así, sepultado entre las brumas del pasado, el magnicidio de Carrero constituye un hito en la historia reciente de España, especialmente de la segunda mitad del siglo XX, y supone el linde que separa dos regímenes políticos antagónicos: el Régimen del 18 de Julio y el Régimen del 78. El cordón umbilical que une ambos regímenes es la célebre transición política, proceso que desvinculó definitivamente el franquismo de la democracia masónica liberal.
Es cierto que el paso del uno al otro no se produjo de manera violenta, pero en el fondo, andando el tiempo, progresivamente, se transformó todo, no quedando nada esencial del régimen franquista. Media centuria más tarde, no es aventurado afirmar que para el nuevo régimen era absolutamente necesario extirpar de cuajo el franquismo, erradicarlo, en vista de un doble propósito: desbaratar la unidad nacional y preparar moral y mentalmente a los españoles para abrazar el pretendido gobierno mundial, haciendo de España un país roto y dividido, dependiente, alienado y servil.
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