Ya no queda ni un solo resorte del estado que pueda enderezar un camino de maldad, mentiras y vejaciones que, sin ninguna reacción de esa mal llamada, porque no existe, sociedad civil, salga a la calle en masa para defender, cueste lo que cueste, la unidad de la patria. La contaminación de unas políticas disolventes y extractivas han llevado a eso que José Antonio llamaba: «unidad de destino «a un paradigma imposible de realizar, y lo que es peor, de entender por una sociedad de borregos adocenados en su propia inmoralidad. Todos estos políticos lo han robado todo y han conseguido desmembrar uno a uno los ideales que hacían de España una nación cohesionada.
La monarquía que hizo grande a España devolviéndola su sentido cristiano y civilizador terminó ya hace muchos siglos para luego ir degenerando en algo sin sentido y yo diría que hasta obsceno y anacrónico. Franco, como vengo diciendo reiteradamente, se empeñó en dejar como continuadora de su obra al nieto, sin ir más atrás en la historia de esta plaga, de un rey cobarde y ladrón llamado Alfonso XIII, Juan Carlos fue el elegido y demostró como la herencia genética se suele cumplir sistemáticamente y sin pensar en la acumulación de traiciones y cobardías perpetradas por esos regios familiares, Franco decidió apostar por esta «tropa» educando a su futuro sucesor en los valores de lealtad y amor a España, pero se equivocó de forma estrepitosa y grave.
Todo esto que vuelvo a recordar viene a cuento dada la cobardía, otra vez la maldita genética, del hecho sin precedente llevado a cabo sin ningún anuncio de la infame traición, a rebufo de unas elecciones europeas y de cara a la formación del gobierno catalán, me refiero a la firma en un «casi secreto» de la amnistía por parte de un rey acanallado y cobarde.
Este tipejo, no solo se ha cargado el Estado de derecho y la constitución, sino que con su nauseabunda firma se ha colocado fuera de toda posibilidad de continuar «el chollo monárquico» en manos de su nena disfrazada de militar. Ya sé qué habrá gentes que piensen que como rey tenía la obligación de firmar ¿De verdad?, ¿y dar la razón a unos delincuentes que dieron un golpe de Estado y que con esa firma volverán a la carga de nuevo?
Los independentistas ya han anunciado que ahora toca referéndum y luego la independencia. Si el rey, que es un títere indigno, al que denominamos jefe del Estado, es capaz de creer que firmando todo lo que le pongan delante, va a salvar su estatus y el de su familia, es más tonto de lo que parece. Si este indeseable tuviera un poco de dignidad y vergüenza y se hubiera negado a firmar la disolución de España, a lo mejor este hecho hubiera causado un terremoto social de apoyo que le salvara a él y a la monarquía.
La cobardía tiene dentro de ella un punto repugnante de alevosía que la hace más negra nauseabunda. Aquí en este páramo ya no queda ni siquiera un átomo de vergüenza para intentar salvar algo de esta nave que era España y que la han convertido en un barco ardiendo a la deriva.