
La entrevista de Juan Fernández en El Perodico.com a Julián Casanova no es solo una pieza de propaganda. Es una homilía ideológica repleta de mentiras y sandeces.
La primera de ellas se produce al afirmar, que su libro «Franco» no es oportunista ni está vinculado con ningún tipo de agenda política actual. Curioso, porque lo publica justo en el 50 aniversario de la muerte del Caudillo, con el Gobierno empujando la Memoria Democrática en los colegios y financiando asociaciones con fines ideológicos clarísimos. Pero claro, él asegura que ni la editorial sabía nada. Qué casualidad.
Casanova parte de una premisa básica: todo lo relacionado con Franco es negativo por definición. Desde ahí, construye un relato en el que la historia de España en el siglo XX no es más que una cadena de crímenes, represión, oscurantismo y atraso… convenientemente olvidando o minimizando todo lo que no encaja en su tesis: la estabilidad, la reconstrucción de un país devastado por la guerra, el desarrollo económico, el auge de la clase media, la paz social o el papel de España durante la Guerra Fría.
Critica el mito del “Franco modernizador”, como si los impresionantes avances económicos y sociales de los años 60 se hubieran dado por generación espontánea. Ignora que el franquismo fue capaz de evolucionar, de abrirse al exterior, de integrarse en organismos internacionales, etc.
Afirma que la represión fue uno de los pilares del régimen, pero no menciona ni una sola palabra sobre la brutal represión del otro bando durante la Guerra Civil, ni sobre los crímenes del Frente Popular, ni sobre la violencia revolucionaria previa al alzamiento. El relato es parcial, sesgado y profundamente deshonesto. Franco no surgió de la nada: fue la respuesta a un proceso de descomposición nacional al que la izquierda llevó al país.
La entrevista, además, está plagada de conexiones forzadas y delirantes: Casanova mezcla a Vox, Trump, Putin y Franco como si fueran parte de un mismo fenómeno. Equipara el revisionismo histórico con una conspiración internacional para “blanquear el fascismo”, cuando en realidad lo que se está haciendo es plantear una visión más plural y menos demonizadora de nuestro pasado. ¿Eso le molesta?
La idea de que «la gente recuerda la parte final del régimen» como si fuera una forma de ignorancia manipulada también es profundamente condescendiente. La gente recuerda esa parte porque la vivió, y muchos lo hacen con una mezcla de nostalgia y respeto. ¿O acaso la memoria solo vale cuando coincide con la del historiador oficial?
En cuanto a la obsesión de Casanova con la “ultraderecha moderna”, demuestra una pobreza intelectual alarmante: cualquier persona que cuestione su discurso es automáticamente tildada de “reaccionaria, revisionista o nostálgica del franquismo”. Esto es sectarismo puro y duro.
Por último, la entrevista concluye con esa idea apocalíptica de que estamos en un momento de “quiebre histórico”, como si estuviéramos al borde del fascismo global, una visión distorsionada, catastrofista y políticamente interesada que lo único que busca es infundir miedo y justificar su cruzada ideológica.
En definitiva, esta entrevista es un ejercicio de manipulación histórica y emocional. No busca informar ni generar debate. Busca aleccionar. Demoniza a medio país, ensalza una visión única de la historia y convierte la figura de Franco en el chivo expiatorio perfecto para todos los males presentes. Y lo hace sin rigor, sin pluralismo y sin la más mínima voluntad de entender la complejidad de la España del siglo XX.
Desde una perspectiva crítica y defensora de Franco, uno podría decir, sin pelos en la lengua, que de vez en cuando la izquierda necesita sacar a pasear a un historiador domesticado, un rostro académico que no haya sido todavía vapuleado del todo por historiadores serios, para vestir con apariencia de rigor lo que en realidad no es más que un ejercicio de propaganda ideológica.
Ahora le toca el turno a Casanova, ese “intelectual de guardia” al que acuden cuando hace falta volver a azuzar el franquismo para tapar las miserias del presente. Pero cuidado: ojalá que con este libro y esta entrevista se abra por fin el debate real y Casanova se someta al mismo escrutinio al que él somete al pasado. Porque hasta ahora ha vivido cómodo, sin oposición, protegido por el aplauso fácil de los medios afines. Pero su relato aguanta poco cuando se lo confronta con datos, contexto y mirada crítica.
Sin ir más lejos, en nuestra cuenta en X (antes Twitter) le estamos dando un repaso importante a Casanova. Y con razón. Porque ya está bien de que nos traten como analfabetos históricos y de que nos cuenten la historia como si fuera una homilía de partido. Casanova se ha encontrado con una comunidad bien despierta, con argumentos, documentación, y muchas ganas de desmontar su versión edulcorada del pasado y su visión apocalíptica del presente.
A los historiadores de pancarta se les responde con argumentos y sin complejos, y eso es precisamente lo que estamos haciendo.