Ahora Información e Infocatólica se hacen eco de nuestro libro: Mª Rosa Urraca Pastor
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Estos días se pone a la venta el libro “María Rosa Urraca Pastor. Una mujer contra la República” del que soy autor.[i]
Se trata de la biografía de la que durante la Segunda República y durante la Guerra Civil fuera popularísima propagandista tradicionalista y quizás la más importante mujer del Carlismo desde la reina Margarita.
Lo interesante de la biografía es que permite recordar la lucha que los carlistas llevaron a cabo contra la Segunda República, una época que en tantos aspectos empieza a parecerse a la que vivimos desde la llegada al poder de los gobiernos de coalición progresistas.
La agenda de la Revolución socialista, separatista y masónica no ha variado apenas de la que se intentó llevar a cabo en los años 30. Por eso es particularmente interesante repasar cuál fue su despliegue y cuáles fueron sus prioridades, y también cómo reaccionaron contra ella las fuerzas que se le opusieron, entre ellas, en lugar destacado, el tradicionalismo. Apuntar, para lo que valga, cuál fue la clave de su actuación, y también lo que no funcionó.
Al implantarse la Segunda República -por cierto, mediante un verdadero golpe de estado, cosa que suele ocultarse-, sus primeras iniciativas legislativas se dirigieron a desactivar los pilares del orden que se pretendía abatir: la Iglesia, el Ejército, la educación, la familia, la propiedad y, por supuesto, lo que quedara de monarquía. Contra todos esos basamentos del orden social fueron las leyes del primer Gobierno Provisional y después las emanadas de la Constitución de 1931. Fueron estas leyes, para expulsar a la Iglesia del ámbito educativo, confiscar las propiedades de órdenes y congregaciones, introducir el divorcio, descabezar al ejército etc las que produjeron la reacción de los resortes conservadores de la nación.
Después del sainete tragicómico protagonizado en días pasados por el presidente Sánchez, en el que ha acabado de demostrar su absoluta falta de escrúpulos y dotes para la manipulación colectiva -incluida la de su propio partido y familia-, su afirmación de que su continuidad no será un punto y seguido, sino “un punto y aparte, se lo garantizo”, ha producido la lógica inquietud. El tono amenazador no ha pasado desapercibido, porque suena a aviso de que Sánchez estaría decidido a pisar el acelerador para acabar de reducir a los escasos contrapesos a su gobierno autocrático, lo que llevaría a proclamar eventualmente -cuando el fruto esté maduro- una tercera república, porque ese es el único desenlace natural del proceso revolucionario.
Aquí es donde podemos aprender de la experiencia desplegada por la Revolución durante la Segunda República instaurada en 1931, para anticipar sus semejanzas y para que no pasen desapercibidas también las diferencias.
Debilitada ya la institución familiar mediante las leyes de divorcio, aborto, ideología de género etc desde la época de Zapatero e incluso antes, neutralizado y desdentado el Ejército por vía de su llamada profesionalización (incluso negando sus funciones constitucionales), narcotizada la Corona y reducida a un rehén decorativo, comprada con dinero público a la jerarquía eclesiástica e intimidada con campañas de desprestigio, solamente tres instancias se ofrecen aún resistencia al designio populista que pretende convertirnos en una república bolivariana: los partidos políticos que no forman parte de la coalición progresista (y, especialmente, los reductos de carácter patriótico y desacomplejado), el poder judicial aún no controlado, y los medios de comunicación no subordinados al actual gobierno. Estos son los nuevos enemigos a batir, y contra ellos veremos abrir fuego a los cañones del llamado gobierno de coalición progresista, que no es más que una variante postmoderna del Frente Popular que destruyó el estado de Derecho durante la II República y nos abocó a la Guerra Civil.
No aporto ninguna novedad si les anticipo las intenciones del gobierno de maniatar a los jueces, y la importancia trascendental de que ese frente de resistencia no caiga. Es el tema del día y la renovación del Consejo General del Poder Judicial que está sobre el tapete y del que hablan los periódicos. O si les digo que tardaremos muy poco en ver la ilegalización de la Fundación Francisco Franco, dentro de esa pretensión de controlar el pasado que es clave para controlar el presente y el futuro. Tampoco si ven ustedes las consignas contra “la derecha y la ultraderecha” que repiten machaconamente las centrales de propaganda del Gobierno. A este respecto, no vendría mal recordar cuál fue la actuación de los partidos llamados de centro-derecha durante la República, para prevenirles de antemano sobre algunas de las previsibles actuaciones futuras del Partido Popular, tan proclive a repetir los errores de sus predecesores en los años 30.
Creo que los jueces darán la batalla, en la que les va su misma razón de ser si no quieren convertirse en meros lacayos del poder. Creo que hay medios de comunicación que no se dejaran someter. Y de la Fundación Francisco Franco qué voy a decirles: morirán si es preciso en el frente dando la batalla, porque sus miembros son sobrevivientes de otra raza de hombres, de aquellos que dijeron precisamente ¡basta! a la República que amenazaba con llevarse por delante a nuestra patria.
En este panorama, mi preocupación es sobre todo la Iglesia. Porque la jerarquía de la Iglesia española actual -y también la de la Iglesia universal, si me perdonan-, poco tiene que ver con la de los años treinta. Una Jerarquía fiel, reciamente formada y dispuesta al martirio entonces -once obispos fueron asesinados-, y una jerarquía acomodaticia, contemporizadora y mediocre ahora, cuya mayor preocupación pareciera ser no llevarse mal con los que mandan, o sea y dicho en román paladín, perder la financiación pública.
La Iglesia no parece estar a primera vista en el punto de mira del Gobierno. Sin embargo, la Conferencia Episcopal es propietaria de la COPE y de La Trece de Televisión. Dos de los reductos que hacen frente al sanchismo con mayor determinación, aunque sea haciéndole de correa de transmisión al PP. El autócrata lo sabe, y le quitan el sueño esas emisiones en las que Carlos Herrera se desayuna cada mañana con dos millones de españoles ante los que desenmascara al gran manipulador, o Antonio Jiménez hace lo propio por las noches, aunque con audiencia televisiva más reducida.
Sufrirán la persecución los periodistas no sometidos, serán cerradas o torpedeados sus periódicos digitales, se buscaran las vueltas para hacer la vida imposible a los que desenmascaren por un medio u otro la intoxicación informativa que el gobierno y sus órganos de difusión llevan a cabo. Pero creo que habrá periodistas independientes y de raza que resistirán, aunque sea publicando en máquinas de ciclostil.
Me preocupa la Iglesia. ¿Qué resistencia creen ustedes que estarán dispuestos a ofrecer nuestros señores obispos cuando les pidan un cambio de línea editorial de sus programas más seguidos -naturalmente a realizar poco a poco y disimuladamente-, a cambio de que no se les toque lo de la X en la Declaración de la Renta?
Zapatero y Sánchez han reabierto tristemente la polarización de dos Españas y la movilización para defender nuestra libertad, antes de que sea tarde, es ya inevitable.
María Rosa Urraca Pastor representó en la convulsa Segunda República, la Guerra Civil y, más tarde, la no menos turbulenta Transición, esa llamada a los españoles a salir de su apatía para defender valores esenciales, y recorrió España de una punta a otra levantando a los hombres para que dieran la talla y animando a las mujeres a que no tuvieran miedo a salir a la palestra pública.
Repasar su biografía es instruirnos de las enseñanzas de la historia y pertrecharnos del coraje que necesitamos para estar a la altura de las circunstancias que nos ha tocado vivir.
[i] Javier Urcelay Alonso: “María Rosa Urraca Pastor. Una mujer contra la República”. Madrid: SND Editores, 2024. 429 páginas, con profusión de fotografías. Puede adquirirse en:
https://www.sndeditores.com/libro/maria-rosa-urraca-pastor_156022/
La biografía de María Rosa Urraca Pastor y un Sánchez que madura aceleradamente
INFOCATÓLICA
Javier Urcelay Alonso (Madrid, 1954) es licenciado en Ciencias Biológicas y Master en Dirección Comercial por el IE. Su actividad profesional se desarrolló en la industria farmacéutica, donde ocupó la dirección general de varias empresas multinacionales y puestos de responsabilidad en distintas asociaciones patronales. Es autor de diversos libros de investigación histórica, fundamentalmente centrados en el Carlismo. Entre ellos cabe mencionar “El Maestrazgo Carlista” (2002), “Cabrera. El Tigre del Maestrazgo” (2006), “El combate de Poza” (2008), “Memorias Políticas de Manuel Polo y Peyrolón” (2013), y las obras colectivas “Carlismo. Ideas y práctica política” (2015) y “Reinas Carlistas” (2023). En 2020 publicó el libro “La Dinastía Carlista en la Pintura” y en 2021 “Veinte pintores filocarlistas y un Apéndice”, fruto de sus estudios sobre la relación del Carlismo con el mundo del arte, propiciados por su condición de fundador y director del Museo Carlista de Madrid.
Junto a los libros de investigación histórica, es autor de varios libros y numerosos artículos sobre cuestiones de doctrina social cristiana.
¿Por qué decidió escribir el libro sobre María Rosa Urraca Pastor?
María Rosa Urraca Pastor ha sido, probablemente, la figura femenina del Tradicionalismo más importante desde la reina carlista Doña Margarita. Su figura fue extraordinariamente popular durante la Segunda República y la Guerra Civil, y es una anomalía historiográfica que hoy haya pasado prácticamente al olvido.
Por otra parte, dos circunstancias de carácter personal me llevaron a acometer su biografía: la primera, la relación que tuvo con mi abuelo -el comandante médico Antonio Urcelay-, con el que coincidió en la Columna García Escámez, en el frente de Somosierra, en el verano de 1936; y la segunda, que el Museo Carlista de Madrid, del que soy responsable, recibiera la donación de sus pertenencias y archivo por parte de las personas que la cuidaron en los últimos días de su enfermedad.
Para el que no lo sepa, ¿qué es una margarita carlista?
Margarita de Borbón-Parma, esposa del Pretendiente Don Carlos VII, fue un verdadero ángel de caridad durante la Tercera Guerra Carlista (1872-1876). Creó la Asociación de la Caridad para atender a los heridos de la guerra, vendió sus joyas para abrir hospitales de sangre, y se desvivió por aliviar el sufrimiento de los combatientes. En recuerdo y honor de ella, su nombre se usa para designar a las mujeres carlistas, a las que conocemos genéricamente como “margaritas”. También en honor a ella, las mujeres tradicionalistas suelen lucir en sus boinas o en su pecho una insignia con una margarita como distintivo propio.
¿Qué importancia tuvo María Rosa como una de sus figuras más carismáticas?
En 1931 la mujer accedió por primera vez, con carácter universal, al derecho al voto. La Comunión Tradicionalista vio en ello una oportunidad, y se lanzó a conquistar el voto femenino incluyendo oradoras en todos sus mítines. La mejor, más activa y más popular de ellas fue María Rosa Urraca Pastor, que recorrió España de cabo a rabo movilizando a hombres y mujeres para oponerse a las leyes disolventes de la República.
Tras el Alzamiento Nacional del 18 de julio de 1936 y después del llamado Decreto de Unificación, María Rosa Urraca fue nombrada delegada nacional de Asistencia a Frentes y Hospitales, una de las tres organizaciones femeninas creadas en FET de las JONS. Desde su puesto realizó una increíble labor de apoyo a los combatientes, creando hospitales, hogares del soldado y decenas de iniciativas para ayudar a los soldados que se batían en los frentes desde la retaguardia.
¿Cómo fue su labor propagandística para caracterizarla como “una mujer contra la República”?
María Rosa Urraca tuvo muy claro que las leyes sectarias de la República llevaban al derrumbamiento del orden social y a poner en peligro la subsistencia de la nación. El laicismo pretendía la descristianización de España, el separatismo rompía nuestra unidad y la lucha de clases amenazaba con romper la paz social. Por eso trató de remover las conciencias, pidiendo hombres “que dieran la talla” y movilizando a las mujeres, para que salieran del ámbito exclusivamente doméstico y defendieran sus hogares también en la esfera pública.
La dedicación de María Rosa Urraca a esta tarea no conoció límites, llegando a participar como oradora en tres mítines en un mismo día en tres localidades diferentes.
¿Qué podemos destacar de su labor como enfermera y organizadora de hospitales durante la Guerra Civil?
María Rosa urraca realizó un curso de enfermera, como muchas margaritas, en preparación del levantamiento contra la República que los carlistas habían decidido llevar a cabo, aunque fuera sólo con sus fuerzas, con anterioridad a los que luego sería el Alzamiento nacional de julio de 1936.
En su calidad de enfermera, se incorporó a las tropas salidas de Burgos que se unirían a la Columna García Escámez, que mantuvo la línea de frente en Somosierra en el verano de 1936. Allí se incorporó a la Jefatura de Sanidad de la Columna, mandada por mi abuelo el comandante médico Urcelay. En el frente asistieron a los heridos en los choques armados o causados por la aviación enemiga, pero también atendieron a la vacunación de los niños o asistieron a las parturientas, dado que aquellos pueblos habían quedado despoblados de varones y sin atención médica.
Pero su labor más importante fue como responsable de Frentes y Hospitales desde su creación en la primavera de 1937 y hasta la destitución de su cargo por Franco en julio de 1938.
La Delegación Nacional de Frentes y Hospitales, encomendada a María Rosa Urraca después del Decreto de Unificación que creó FET de las JONS, fue una especie de premio de consolación para los carlistas, que vieron como la mayor parte de los puestos y recursos del nuevo partido unificado eran asignados a los falangistas, y en concreto, en lo relativo a las mujeres, a la Sección Femenina y al Auxilio Social. Sin embargo, la extraordinaria visión de María Rosa Urraca y su capacidad de trabajo lograron convertir Frentes y Hospitales en una organización eficacísima de ayuda a los combatientes. Se crearon servicios de información en las delegaciones provinciales para notificar a las familias el destino de heridos o fallecidos; se hicieron cuestaciones para llevar el “aguinaldo del soldado” a los frentes; se crearon hospitales de sangre y un servicio de visita a los convalecientes; se repartieron folletos, rosarios y crucifijos; se atendió a los huérfanos de guerra…
Frentes y Hospitales desarrolló una labor ingente a la que se ha prestado poca atención hasta ahora, y que en el libro producirá asombro al lector.
¿Cuáles eran sus principales virtudes y qué ideales defendía?
María Rosa Urraca nació en una familia tradicional, de marcado carácter católico y patriótico. Su padre trabajaba en la Intervención militar, y su madre era una mujer piadosa, que se preocupó por dar a su única hija una educación cristiana. Ella permaneció fiel toda su vida a estos valores fundamentales de Dios y Patria. Su adscripción al carlismo no se produjo hasta después de proclamada la República, cuando tuvo oportunidad de entrar en contacto con aquellos admirables Círculos carlistas del País Vasco existentes entonces. Como ella misma explicaría después, en un primer momento los tradicionalistas la atrajeron por su valentía y decisión, por su carácter social. “Después vi que mis ideales estaban allí. Hay mucha solera en el carlismo”, confesará más tarde.
Hasta el final de sus años, ya octogenaria, María Rosa Urraca no dudó nunca de los ideales que había mantenido durante toda su vida.
¿Por qué la califica como pionera del feminismo católico?
María Rosa Urraca fue militante comprometida de la Acción Católica de la Mujer (ACM), directora de su revista en Vizcaya, pedagoga, inspectora de Trabajo, escritora, política, conferenciante, gestora cultural, fundadora de una editorial y una academia de oratoria…Llegó a poseer varios títulos académicos (Magisterio, Filosofía Y Letras, Enfermería…), tuvo carnet de conducir…cosas todas ellas infrecuentes en las mujeres de su tiempo.
Desde los catorce años sintió una fuerte inquietud social y por la promoción de la mujer -dentro de su función propia y diferenciada- bajo la influencia de las ideas desarrolladas por Concepción Arenal y divulgadas por los libros de los sacerdotes Julio Alarcón S.J y Graciano Martínez, y de las mujeres pioneras de la Acción Católica de la Mujer, como María de Echarri, María López de Sagredo o Carmen Cuesta de Muro, que habían accedido a la Asamblea Nacional creada por Primo de Rivera durante la Dictadura.
¿Cómo ha pervivido su legado hasta la actualidad?
Lo interesante de la biografía de María Rosa Urraca es que permite recordar la lucha llevada a cabo contra la deriva sectaria de la Segunda República, una época que en tantos aspectos empieza a parecerse a la que vivimos desde la llegada al poder de los gobiernos de coalición progresistas.
La agenda de la Revolución socialista, separatista y masónica no ha variado apenas de la que se intentó llevar a cabo en los años 30. Por eso es particularmente interesante repasar cuál fue su despliegue y cuáles fueron sus prioridades, y también cómo reaccionaron contra ella las fuerzas que se le opusieron, entre ellas, en lugar destacado, el tradicionalismo. Apuntar, para lo que valga, cuál fue la clave de su actuación, y también lo que no funcionó. La historia debe ser, también en esto, maestra de la vida.
¿Considera que es una figura un tanto olvidada en la historia española?
María Rosa Urraca Pastor es hoy una figura prácticamente desconocida, a pesar de ser uno de los nombres más populares en los convulsos años 30 del siglo XX. Su figura ha recibido hasta ahora escasa atención académica. Son muy abundantes los libros recientes sobre la Segunda República o la Guerra Civil que igualmente pasan por alto su nombre, pese a su protagonismo en aquel tiempo.
Aún más llamativo es que su nombre no aparezca en la obra colectiva Enciclopedia biográfica mujeres en la historia de España, a pesar de que no fueron tantas las mujeres activas en política durante la primera mitad del pasado siglo y de que María Rosa Urraca fuera pionera en distintos aspectos. Tampoco es mencionada en una reciente monografía sobre las activistas católicas en España (1900-1936), lo que nos resulta una omisión difícil de comprender.
Su figura merece ser recordada por una cuestión de justicia, y especialmente cuando se hace el catálogo de aquellas mujeres que fueron, en algún sentido, pioneras en la vida social o política española.
¿Hasta qué punto lo considera un trabajo importante, tanto por el contenido fotográfico como por la calidad de las fotos?
El archivo privado de María Rosa Urraca, conservado ahora en el Museo Carlista de Madrid, posee un importante legado fotográfico. Muchas de estas fotos se han incorporado al libro, junto con otras rescatadas de la prensa de la época, relativas a la acción política del carlismo durante los años de la República y posteriores. Todas ellas tienen un gran valor testimonial, aunque su calidad fotográfica sea en ocasiones precaria.
Las fotografías incorporadas al libro son uno de los encantos de esta edición, así como también el apéndice con las microbiografías e imágenes de las personalidades más destacadas del tradicionalismo de los años 30, con los que María Rosa Urraca coincidió en sus actividades como propagandista.
Referencia del libro: Javier Urcelay Alonso: “María Rosa Urraca Pastor. Una mujer contra la República”. Madrid: SND Editores, 2024.