Hoy escuché unas declaraciones del Ministro del Interior en las que señala que, pese a la grave situación de amenaza terrorista que se cierne sobre España, no entra en sus previsiones sacar al Ejército a las calles ya que “Podemos no quiere”. Es decir, que la seguridad de los españoles queda al albur de los deseos de la “tucán”, “la novia de chucky”, la otrora “favorita” y demás ralea de perroflautas, comunistas de salón, saltimbanquis y demás pandillita de indeseables.
No es una novedad el odio visceral que la malvada podemía y, en general, la izquierda y ultraizquierda casposa y pijoprogre dispensan, desde siempre, al Ejército y a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad, aunque eso sí, ninguno de ellos, una vez que pisan moqueta, rechazan la escolta y los servicios de protección que se activan en sus domicilios, puestos de trabajo y desplazamientos.
Sabemos que son de la deleznable tipología del que exige protección, aunque añade aquello de “que no se les vea”, no sea que su pretendida imagen progresista y populista, tratando de demostrar que son unos ciudadanos más como los demás, sin prebendas ni privilegios, se vea perjudicada por la presencia de un uniforme, al que, sin duda, no dejarán de recurrir cuando alguien, en el ejercicio de su libre derecho, se acerque a cantarle las cuarenta por su nefasta gestión.
Toda esta gentuza, fiel seguidora de las normas de conducta al más rancio estilo bolchevique, parece que han olvidado quien sostiene el régimen en los países que todavía siguen siendo fieles a los postulados comunistas -Cuba, Venezuela, Corea del Norte, China, etc.-, al igual que, en su día, sostuvieron a la URSS y demás Estados satélites: los Ejércitos y las Fuerzas del Orden, fieles lacayos del Estado y del Partido Comunista.
Sin embargo, eso no rige en aquellos otros en los que su presencia, afortunadamente, es puramente testimonial como en el caso de España, si no fuera por el protagonismo que han querido otorgarles los socialistas, convirtiéndolos en sus compañeros de viaje preferentes y dándoles un poder que no han obtenido en las urnas.
Aquí, desde siempre, han demostrado un odio ancestral a todo aquello que constituya una un baluarte defensor de la existencia de España y por tanto, los Ejércitos y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, como garantes, junto a la justicia, del Estado de Derecho, son objeto de toda la animadversión por parte de esta tropilla de perroflautas.
Supongo que tanto las tipas estas, otrora vestidas de forma zarrapastrosa, sin siquiera pasar por la ducha, convertidas ahora, gracias al magnífico sueldo que cobran de todos los españoles, en auténticos maniquíes, como los perroflautas que las acompañan, no creerán que porque cuatro niñatas y niñatos, hábilmente manejados, salgan a la calle a vociferar en favor del terrorismo, nos vamos a librar de que, un día, suframos un atentando en nuestro suelo. Ese día, cuando suene el primer tiro, todos esos que ahora tanto gritan correrán como gamos exigiendo que, tanto policías como soldados, salgan a salvarles el culo.
Pero bueno, aquí todo es así y mientras alguien se deje influenciar por estos elementos ultraizquierdosos, nos encontraremos con la gran contradicción de ver en esas manifas vocingleras ondear las banderas de los colorines en favor de aquellos que, sin miramientos, los cuelgan de las grúas públicamente.
Me gustaría saber que sucedería si en uno de esos países que tanto defienden trataran de implantar un régimen comunista, ateo por definición, o quisiesen celebrar un día de esos que llaman del orgullo gay.
No sé, pues no tengo datos suficientes, si el nivel de amenaza en nuestra Patria justifica, en este momento, la participación del Ejército en la prevención de cualquier acción violenta. De hecho, los servicios de información, tanto de la Policía Nacional como de la Guardia Civil y supongo que también del CNI, está realizando una labor encomiable en materia de prevención, aunque no faciliten su trabajo quienes permiten, sin control alguno, que, cada día, accedan a nuestras costas cientos en individuos, la mayoría de religión musulmana y en edad militar, que pueden constituir una amenaza potencial muy seria para nuestros intereses.
Sea como fuere, la presencia del Ejército patrullando las calles de algunas de nuestras ciudades proporcionaría, sin duda, la llamada seguridad subjetiva ya que parece que se nos olvida cuando, el sátrapa, ordenó el despliegue de las Fuerzas Armadas para controlar los encierros anticonstitucionales y caprichosos a los que nos tuvo sometidos, sin que ello tuviese para él el mínimo coste ni reproche.
Lo que es intolerable desde todos los puntos de vista es el hecho de que nuestra seguridad se fie al parecer y opinión de una colección perroflautas y desarrapados que odian a España y el único objetivo que anhelan es su destrucción para convertirla en una República roja y atea.
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