No sé muy bien cómo empezar estas lineas que me gustaría dedicarte. Te conocí siendo un niño, tendría 14 o 15 años, y por aquel entonces cayó en mis manos un ejemplar de “La Conquista del Estado”. He de decir que, en aquel momento, entendí muy poco de todo aquello que ponía pero jamás, jamás, pude imaginar la influencia que podría ejercer sobre mí. Con el paso de los años, leí cada una de tus obras desde el “Discurso a las juventudes de España” hasta “El fascismo en España”. Aquel niño se había convertido en un adolescente que, si bien todavía no era capaz de captar la profundidad de tu pensamiento, sabia el camino que quería seguir. El tuyo. El de las JONS. El de todos aquellos jonsistas de la primera hora, a los que me avergüenza llamar camaradas porque nunca llegaré a ser ni un cuarto de los que fueron ellos. De lo que fuisteis. Y de lo que representáis.
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Aquel adolescente fue creciendo y profundizando en tus pensamientos. Todo se fue aclarando según leía tu testamento político y, de alguna manera, me convertí en un hombre que sabía que, a toda costa, había que defender a la patria, la justicia social, la redistribución de la riqueza, la lucha contra el marxismo, el liberalismo y el capital. Tenía claro que había que construir la España que tú habías soñado para los trabajadores nacionales. Porque solo los ricos pueden permitirse el lujo de no tener patria. Créeme, Ramiro, que en esas sigo, aún sabiendo que es muy posible que nunca lo consiga.
Hoy en día no solo debemos defender la patria de los elementos extrajerizantes que quieren eliminar España, ni tampoco de aquellos españoles que se han entregado al capitalismo más absurdo y barato. Por desgracia, debemos defender España de todos aquellos que, aún enarbolando tu bandera, la garra hispánica, han decidido que tu palabra y de la otros muchos, debe ser silenciada. Esos patriotas ya no quieren hablar de defender los derechos de los trabajadores nacionales, de justicia social o de la necesidad de crear una identidad nacional fuerte. Ahora prefieren hablar de vacunas, plandemias, de microchips, de que la tierra es plana, de las antenas 5G o decir que “mirad al cielo, nos fumigan”. Es decir, prefieren hablar de cualquier otra cosa antes que hablar de los verdaderos problemas de los españoles. Esos patriotas han decidido silenciarte, quizás sea por no haberte leído o por habiéndote leído no te comprenden. Seguro que, como yo, piiensas que nunca han sido nacional-sindicalistas por mucho que enarbolen tu bandera sino derechistas con la brújula averiada. Representan la anti-España que tanto señalabais tanto tu, como los tuyos.
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Sin embargo, hay todavía quienes creemos necesario hablar de ti, de tus pensamientos, de tus ideas políticas, de convertirte en un referente entre todos aquellos que seguimos creyendo en la salvación de España y de sus gentes. Hoy, hace 87 años que las hordas rojas te asesinaron, no sin antes gritarles aquello de “no me matareis como un cordero, solo moriré donde yo quiero”, junto con otros como Ramiro de Maeztu. Vuestro único delito fue soñar una España donde no hubiera un solo español sin techo y ni un solo español sin pan. Sirvan estas palabras de homenaje, como un pequeño desagravio a tu figura ya que nos has dado tanto y nosotros no te hemos devuelto absolutamente nada. Pero te puedo asegurar que hay todavía un pequeño grupo de gente que ha decidido ir a por el triunfo ya que somos la verdad española. Te prometo, Ramiro, que no pararemos hasta conquistar.