Emilio Domínguez Díaz (Mérida, 1970) nos obsequia en esta ocasión con su libro Padre Huidobro. Héroe de las almas legionarias. El título deja entrever la condición heroica que Fernando de Huidobro y Polanco supo granjearse entre, por mencionar solo algunos, los jesuitas y los legionarios. Tanto fue así que, como nos aventura José Luis Orella en el prólogo, «los testimonios posteriores de quienes le conocieron son los que le sacaron de su cómodo anonimato al reconocerle como un modelo a seguir». Así también lo reconoce Emilio al dedicar el tercer capítulo de su libro a La voz de los otros donde recoge citas de personalidades tales como el general Francisco Franco, pasando por la hermana Purificación Palanca –quien estuvo junto a Huidobro durante su paso por el hospital de Talavera de la Reina– hasta capitanes, tenientes o caballeros legionarios de su entorno. Y es que da la sensación, bien fundada al parecer por todas estas citas, de que el padre –apodado cariñosamente como curita– era una de esas figuras que se van agigantando día a día a los ojos de los demás «como la de un hombre que se olvida de sí mismo para preocuparse de los demás» en palabras del teniente general Villalba.
Emilio divide su libro en ocho capítulos que condensan magistralmente las andanzas de un capellán en el frente; desde sus orígenes –como los de todo héroe con sus tragedias (el abandono de Melilla, el repentino fallecimiento del cabeza de familia)– hasta su Llegada a la vida eterna, capítulo sexto. Dedicará el séptimo, con valentía, arrojo y fidelidad, a La mentira histórica, la peste negra de nuestro siglo; y será en el octavo donde ofrezca «como invitación» un decálogo de «características que dieron vigor a su figura humana [Huidobro]».
Me es grato encontrar como cierre del libro, tras el breve epílogo que le dedica Emilio, la oración por la causa del padre Huidobro que permitirá a quien se atreva –dado los tiempos que habitamos– rezarla y que facilitará la subida de Fernando a los altares. Mientras tanto, «a la espera de esa llamada a la merecida y temporalmente dilatada beatificación», el cuerpo de «el curita» descansará en Madrid, en la Iglesia de los Jesuitas de la calle Serrano.
A modo de resumen, del padre, de ese héroe de almas legionarias, de ese jesuita que se incorporó a la Legión en septiembre de 1936, «podríamos citar cuatro grandes baluartes: oración, sacrificio, compromiso con el deber y alegría», «la alegría, la de vivir y transmitir cuando venían mal dadas» añade páginas más adelante Emilio. Y es que, gracias a su obra, descubrimos, efectivamente, la figura de un héroe que por poco pasa completamente desapercibido.