En la realidad Política y Social de la actualidad, a nivel mundial, han emergido movimientos populistas, que, lejos de plantear la lucha política y social al estilo de movimientos anteriores a ellos en el tiempo, han cambiado las coordenadas del juego político, ya no buscando una ruptura directa con el sistema (que ellos tachan de corrupto y endogámico), sino introduciéndose en su ADN y, una vez simbiotizados con él, conseguir su transformación desde dentro.
No es nada nuevo. El NSDAP alemán de albores del siglo pasado ya lo consiguió ganando unas elecciones parlamentarias en 1933, y también el advenimiento del Socialismo del Siglo XXI, con Chávez en Venezuela, han sido ejemplos anteriores de este peligro real.
Sin embargo, en la actualidad, a Occidente ya no le acechan peligros alejados en el tiempo, como el ejemplo alemán, o alejados en el espacio, como la Venezuela bolivariana, sino que tenemos aquí y ahora el peligro real de los partidos populistas, que amenazan con ganar elecciones libres y dar la vuelta al calcetín de nuestros sistemas político y de gobierno, hasta convertirlos en algo irreconocible.
Lo que está ocurriendo en España, desde el Gobierno PSOE – Unidas Podemos, es un claro ejemplo del riesgo populista de destrucción de nuestra Democracia Constitucional. Y a ello nada ayuda nuestra actual Constitución Española de 1978, que, pese a ser el instrumento que ha garantizado la paz social durante casi cincuenta años, y por una defectuosa redacción, se encuentra plagada de agujeros de seguridad verdaderamente peligrosos por los que hoy ya están entrando los enemigos de la libertad.
No sólo ya estamos dentro de la mira telescópica de los populistas, sino que ya nos están disparando.