No existe el tiempo político dócil de encauzar. Los escolásticos salmantinos hubieron de encaminar un Imperio en edad conquistadora y los liberales doceañistas tuvieron que encarrilar una nación política por vez primera soberana. Otro tanto hubieron de enfrentar los intelectuales españoles de principios del siglo XX, quienes, alejados del pesimismo noventayochista que les precedió, decidieron encarar los dilemas de su tiempo: Revolución-Restauración, Ruptura-Continuidad, Iglesia-Estado, el ser de España. Este fue el caso de Ramiro Marcelino Ledesma Ramos (1905-1936), político y escritor,fundador de las Juntas Ofensivas Nacional-Sindicalista (comúnmente conocidas por sus siglas: JONS) y del semanario político La Conquista del Estado, ambos en 1931, y máximo representante, aunque con ciertas reversas historiográficas, delfascismo español (tesis de Stanley G. Payne, Gustavo Morales o Fernando José Gallego), que planteó la opción revolucionaria nacionalsindicalista para resolver los dilemas de España.
Cuenta de ello da Pedro José Grande Sánchez, profesor e investigador de la Universidad Complutense de Madrid, en su estudio Ramiro Ledesma Ramos. Antología Falangista, una extensa selección de 110 textos, 291 notas y una compendiosa introducción centradas en la personalidad y pensamiento políticos de Ledesma, en sus particularidades y matices. A tal efecto, no se incluyen en el libro sus obras de mocedad, todas ellas de corte literario, como la novela El sello de la muerte (1924) o el ensayo El Quijote y nuestro tiempo (1971, inédito desde 1924). Tampoco sus obras de carácter estrictamente filosófico, mayoritariamente publicadas en la Revista de Occidente, como fueron sus reseñas y análisis de pensadores de suyo contemporáneos (Benedetto Croce, Bertrand Russell, Émile Meyerson, etcétera).
La compilación reúne cronológicamente todos sus escritos de índole única y exclusivamente política, como: en La Gaceta Literaria, «Unamuno y la filosofía» (1929); en Atlántico, «Juventud e Impresionismo» (1929); en Heraldo de Madrid, «No somos fascistas» (1930); en El Sol, «La filosofía, disciplina imperial» (1931); en La conquista del Estado, «Pedimos y queremos» (1931) y «La proclamación de la República» (1931); en Libertad, «La nueva política. Táctica de las JON-S» (1933); en La Nación, «El nacional-sindicalismo» (1933); en Acción Española, «Ideas sobre el Estado» (1933); en El fascio, «Movimiento español JONS. ¿Qué son JONS?» (1933); en JONS, «¡Ni democracia burguesa, ni marxismo!» (1933); en Patria Sindicalista, «¿Quiénes son los nuestros?» (1934); en La Patria Libre, «Sin Modernidad y sin juventudes» (1935); en Informaciones, «Divergencias con Falange Española de las JONS» (1935); y en Nuestra Revolución, «De cara a lo fundamental» (1936). Asimismo, la edición contiene íntegramente sus libros publicados bajo el seudónimo de Roberto Lanzas, Discurso a las Juventudes de España (1935), en el que se desarrolla y da a conocer el contenido doctrinal del nacionalsindicalismo (antiliberalismo, apelación a las masas trabajadoras y a las juventudes, economía dirigida, etcétera), y ¿Fascismo en España? (1935), escrito en el que, bajo la apariencia de una despedida tras ser vencido en una dura pugna ideológica, se encuentra la crónica de la organización nacionalsindicalista (Ledesma vio desplazado su liderazgo político por José Antonio Primo de Rivera). En este sentido, es importante señalar que esta antología es la primera de una colección dedicada a los seis primeros carnés de Falange Española de las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista, partido político del que Ledesma fue miembro fundador desde las JONS, a saber: José Antonio Primo de Rivera, anteriormente citado, hijo de Miguel Primo de Rivera y fundador de Falange Española; Julio Ruiz de Alda, militar y aviador que formó partedel primer vuelo entre España y Sudamérica en 1926 conocido como Plus Ultra; Rafael Sánchez Mazas, escritor y acuñador de la consigna «¡Arriba España!»; Ernesto Giménez Caballero, fundador y director de La Gaceta Literaria; y Onésimo Redondo Ortega, fundador de las Juntas Castellanas de Actuación Hispánica y, junto a Ledesma, de las JONS.
Si bien es cierto que Ledesma fue un hombre enzarzado activamente en la ajetreada coyuntura política de su tiempo, advierte el glosador de la antología sobre su enorme bagaje intelectual, pues la influencia filosófica que sobre su persona se hallaba no sólo era indirecta, debido a sus estudios en Filosofía, sino íntima, en virtud de su respeto y admiración por sus maestros (Manuel García Morente, Xavier Zubiri y Eugenio d’Ors, entre otros) y, sobre todo, por José Ortega y Gasset, de quien se declaraba discípulo, tanto en lo personal («Perdóneme. Su discípulo. Fdo. Ledesma Ramos») como en lo político («Nuestra posición teórica véase y estúdiese en los libros del maestro José Ortega y Gasset, donde se hallará casi íntegra»), de tal manera que, siguiendo al profesor Grande Sánchez, al igual que María Zambrano encontró su «razón poética» en el logos orteguiano, Ledesma hizo lo propio con su «razón política». Cabe destacar que en la antología se incluyen todos los escritos en los que Ledesma hizo referencias directas a Ortega y Gasset, como «El curso de Ortega» (1929), «El pensamiento de Ortega y Gasset» (1930) o «Sobre un libro político de Ortega y Gasset» (1931), reparando así en su evolución intelectual en relación con su mentor Ortega («El perfil filosófico de Ortega y Gasset se nos impone de una manera incuestionable»), no siempre en sintonía («Es lógico y naturalísimo que los señores Ortega y Gasset (…) protesten del vandalismo de las turbas. Pero no es del todo legítimo que pulsen la hora revolucionaria con el termómetro de la tea salvaje»).
Ahora bien, a pesar del predominante entusiasmo filosófico ledesmiano, la pasión política terminará en la subordinación de lo intelectual para crear una corriente política, la del nacionalsindicalismo ya mencionada, sustancial con respecto de sus fines («Estado hispánico», «forjar una cultura seriamente creadora», «Por la Patria, el Pan y la Justicia») y accidentaria en cuanto a sus metodologías («Los jóvenes serán comunistas o fascistas, no lo sabemos, pero sí auténticamente hispanos y actuales»). Aun así, como propone el editor, la posición política de Ledesma, a pesar de sus idas y venidas, de sus aciertos y errores, comenzó y terminará en unas coordenadas dionisíacas, es decir, en un tipo de acción vitalista, revolucionaria y espontánea, la cual queda demostrada en el extenso y novedoso índice analítico y onomástico con un considerable conteo nominal de corte orteguiano («acción», «actitud», «angustia», «autenticidad», «camaradas», «cobardía», «destino», «difícil», «entusiasmo», «errores», «fidelidad», «juventud», «masas», «optimismo», «sacrificio», entre otros términos, muchas veces más repetidos que algunos de naturaleza estrictamente política). Sin embargo, la vida de Ledesma encontró su fin en la inconciliable diferencia de su época entre lo nacional y lo social, tras ser detenido y, poco después, fusilado en la saca de presos de la Cárcel de Ventas el 29 de octubre de 1936, ya comenzada la guerra civil. Probablemente, el contexto y la retórica ledesmianos restan en el pasado y no han hecho de su protagonista y hacedor un clásico del pensamiento, pero indubitable es que, aunque efímero, nada se ofrece estérilmente a la historia del pensamiento, y este también es el caso de Ramiro Ledesma Ramos.