No es ningún insulto que en la nomenclatura oficial de normas y leyes sobre un papel se defina tal o cual aspecto humano con un adjetivo u otro. El ser humano nace con una serie de potenciales que le sirven para poder vivir en un entorno natural y afrontar todo tipo de acciones en ese entorno con unas capacidades, físicas, psíquicas y sensoriales que abarcan un concepto que se denomina «normalidad» y eso, la «normalidad» es lo que nos proporciona la posibilidad de sobrevivir y avanzar en el medio de forma natural y concisa, por tanto, nacemos con una serie de facultades que nos facilita entender, actuar de forma autónoma y movernos en la naturaleza cotidiana sin problemas de adaptación al medio.
Cuando esos aspectos por razones biológicas, o por otras razones, están alterados, cuando un ser humano nace ciego, sordo, con problemas de movilidad o con cualquier otra patología que menoscabe su estado físico, psíquico o sensorial, ante ese concepto de «normalidad» aparece la diferencia, que se define como la evidencia de una «disminución» de potenciales personales y esto no debe de parecer un insulto a nadie.
Cambiar una palabra por otra en una norma es, como poco, una majadería, cuando no una cortina de humo para que la gente vea a un gobierno y a una oposición sensible con quien sufre. El cambio de «disminuido» por «discapacitado» en el artículo 49 de la constitución no sería nada más que otra chorrada si no fuera porque además del cambio en la palabra han aprovechado para incluir en dicha norma nacional una coletilla que dice que «se atenderán particularmente las necesidades específicas de las mujeres y de los menores con discapacidad,» a los hombres, por tanto, los discriminan y esto no es lo más grave, lo más grave es que este cambio en este artículo concreto colisiona con el artículo 14 de la constitución que declara «a todos, sin diferencia, iguales ante la ley sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición personal o social», y, por tanto, ese choque hace inconstitucional al artículo 49, y esto se lo ha comido el partido popular. Estos del PP se creen que este tipo de enjuagues hipócritas les pueden aportar algún voto, menos mal que esta vez VOX, ha visto de lejos la jugada y ha votado que no al engendro de este cambio trampa, aunque no serán entendidos.
La palabra «disminuidos» no es ninguna ofensa, aunque con un buenismo farisaico la utilicen gobiernos eugenésicos, como este nuestro, que en cuanto pueden y detectan una anomalía, por ejemplo, un Síndrome de Down, procuran eliminar a un ser humano que tiene todos los derechos a nacer y formar parte de eso que es realmente la humanidad.
Somos disminuidos, discapacitados o lo que ustedes, los que mandan quieran llamarnos y lo digo con la razón que me asiste y avala al llevar 40 años en una silla de ruedas. No cabe la compasión y el buenismo, da igual como nos llamen, déjennos en paz. Somos diferentes, pero luchamos dentro de nuestras capacidades a vivir una vida digna y en función de nuestras posibilidades, una existencia lo más normal posible.
He visto estos días atrás salir en televisión felicitándose personas y asociaciones por este inútil y falso cambio de la ley y he sentido una mezcla de rabia y tristeza por la infame manipulación. Es lo que hay, lo sé, pero resulta muy doloroso. Por cierto, a ver si aprovechando la ocurrencia, estos tipejos del gobierno sacan del cajón del olvido la petición de ayudas a los enfermos de ELA, y las conceden de una puta vez.
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24/11/2024