“Nadie deja de comprender cuán digno de alabanza es el príncipe que cumple la palabra dada, que obra con rectitud y no con doblez; pero la experiencia nos demuestra, por lo que sucede en nuestros tiempos, que son precisamente los príncipes que han hecho menos caso a la fe jurada, envuelto a los demás con su astucia y reído de los que han confiado en su lealtad, los únicos que han realizado grandes empresas”
Maquiavelo, EL PRÍNCIPE, capítulo XVII
Y esa es la forma de actuar del líder que gobierna en España.
Carlos Von Clausewitz, el autor del siglo XIX que inspiró a las escuelas militares del mundo moderno, definió la guerra como un acto de fuerza para obligar al contrario al cumplimiento de nuestra voluntad. En su libro primero sobre la naturaleza de la guerra continúa indicando que para someter al contrario a esa voluntad es preciso dejar indefenso al enemigo. El tratado DE LA GUERRA, lógicamente se refiere al ámbito del combate pero las dos aseveraciones resaltadas son perfectamente aplicables a situaciones no necesariamente bélicas. El mismo Clausewitz decía que la guerra es la simple continuación de la política por otros medios, por lo que podemos pensar que antes de llegar al enfrentamiento bélico que culmina en la guerra es la política la que se rige por esos principios .
Al analizar cuanto está ocurriendo en España en nuestros días, puede entenderse mejor la situación si aplicamos la doctrina de Clasewitz al desarrollo de hechos comprobados. El mundo político del pueblo español, en quien reside la soberanía nacional, se ha dividido desgraciadamente en los dos polos de fuerzas contrarias por todos conocidos, el que a sí mismo se llama progresista y el que aglutina a fuerzas conservadoras y liberales. No entraré a efectuar una descripción detallada de ambos pues es bien sabido; sólo indicaré que son fuerzas antagónicas, que se repelen como lo hacen los polos del mismo signo, ya que cada uno aglutina partidarios que buscan el mismo fin, la conquista del poder para imponer sus programas.
El grave problema que existe en nuestra Patria es que la fuerza progresista actúa implacablemente según los principios clauswitzianos sin atenerse a las restricciones de un enfrentamiento limitado. Su confrontación busca, y de momento logra sin ninguna posibilidad de pacto, obligar al contrario a someterse a la voluntad del líder supremo, el Jefe de los progresistas; para ello emplea todos los medios a su alcance sean alianzas que a la mayoría repugnan, cesiones a los independentistas que no estaban previstas en el programa que votaron sus electores, colonización de órganos clave como el Tribunal Constitucional, control absoluto del Congreso, restricciones impuestas a los órganos superiores de la Justicia, colonización de los medios de comunicación social, promesas que comprometen la unidad de España etc. No insistiré sobre estos aspectos que son bien conocidos y explicados por voces mucho mas expertas que la de quien esto suscribe.
Con ser esto un gran problema, creo que mucho mas grave es la posibilidad de dejar indefenso al contrario conservador y liberal, según preconiza la doctrina arriba expuesta. El Presidente, en el ejercicio del Poder Ejecutivo, actúa a través de disposiciones y de leyes que pueden ser sometidas a las Cortes; pero el Congreso, como componente principal del Poder Legislativo está bajo la mayoría del conjunto progresista, es decir del Presidente. Y las leyes que emanen del Congreso están sometidas también a la mayoría progresista. El único freno posible es el Poder Judicial muy cuestionado por los progresistas; pero ante posibles recursos de inconstitucionalidad la última decisión la tiene el Tribunal Constitucional de mayoría progresista. El polo conservador y liberal tiene ante sí un muro infranqueable y lo más que puede hacer en España es influir en la aprobación de leyes mediante acciones de la parte del Poder Legislativo que controla, el Senado.
Toda esta confrontación de voluntades opuestas se producen en el campo de acción que es el pueblo español, en quien reside la soberanía nacional y del que emanan los poderes del Estado. Actualmente una gran mayoría de este pueblo se manifiesta disconforme con las alianzas que han permitido el acceso a la presidencia de quien la ostenta, con la posibilidad de una ley de amnistía para delincuentes ya juzgados y otros huidos de la Justicia, con la insolente presencia de independentistas en el bloque que permite el gobierno de España y con la insistente petición de referendos de independencia de partes de España en los que no se deja votar a la totalidad del Pueblo Soberano. El hartazgo ante esta situación está provocando múltiples protestas que pueden crear las condiciones necesarias para reacciones imprevistas; más de la mitad de los españoles están disconformes con el Gobierno y desconfía de sus decisiones. No obstante, desde la perspectiva del bloque progresista, las protestas y las declaraciones de tantas instituciones y organizaciones no son más que un desahogo que poco afecta a quien ya tiene tomada su decisión; todos recordamos la forzada carcajada del Presidente durante la sesión de investidura.
Ante esta situación ¿qué puede hacer el bloque de la oposición?
Desde luego ha sido ya derrotado en el choque frontal de voluntades; el líder progresista acudió a procedimientos que le han permitido prevalecer sobre quien utilizó métodos menos eficaces, por mas que repugne esa victoria. Entre otros recursos, la oposición podría esforzarse en identificar los puntos débiles de la alianza progresista y aspectos de las leyes que sean recurribles tanto en España como en Europa; es decir, una aproximación indirecta al conflicto de voluntades. Quien esto suscribe no es experto en el campo de la política y no debe entrar a fondo en este tema.
Surgen opiniones sobre el papel de las Fuerzas Armadas ante esta difícil situación política. Creo firmemente que cumplirán cuanto dispone la Constitución en su artículo ocho, según las condiciones que establece la Ley Orgánica de la Defensa Nacional. Los mandos de las unidades han jurado o prometido guardar y hacer guardar la Constitución, que entre otras disposiciones obliga a defender la integridad territorial y el ordenamiento constitucional; eso mismo han prometido ante el Rey los miembros del Gobierno y es de esperar que lo cumplan.
El militar no puede olvidar el juramento o promesa ante la Bandera que le comprometía a defender la unidad e integridad territorial (de la Patria) y el ordenamiento constitucional hasta la última gota de su sangre. Tampoco omitir cuanto prescriben las Reales Ordenanzas, compendio de principios y reglas de su comportamiento, en las que se hace constante referencia al cumplimiento de la Constitución. Ante cualquier situación que se le presente, el militar obrará de acuerdo con su conciencia y honor.