Francisco Franco, cuando le llegó la hora de rendir la vida ante el Altísimo, dejó escrito en su testamento este consejo y deseo para todos los españoles: “Mantened la unidad de las tierras de España exaltando la rica multiplicidad de las regiones como fuente de fortaleza en la unidad de la Patria”.
De acuerdo con sus fines estatutarios de preservar el legado del anterior Jefe del Estado, a la FNFF, conocedora de la historia basada en la realidad de los hechos, no en la ficción interesada de un relato falsario, y que soporta la mendaz inquina de los dos últimos presidentes de gobierno socialistas, hasta imponer, mediante una liberal y democrática ley, votada en el parlamento nuestra ilegalización, no nos sorprende la Amnistía, ni nos rasgamos las vestiduras ante tamaño desafuero. Porque sabemos que ese verbo es el sustantivo, principio y fin, del régimen del 78.
Principio creado por los “padres de la patria” que redactaron la Constitución, bajo el idealismo utópico de: Libertad, Amnistía y Estatuto de Autonomía. En el sentido equivoco y utilitarista de esos tres conceptos, radica el precipicio donde nos encontramos. Sirvió asumir un cambio de régimen y para legitimar una partidocracia, sin división de poderes, endogámica, antinacional y escasamente social. fin, una vez desmontado el edificio de la soberanía popular, las normas del interés general y el contrapeso de la división de poderes, sólo queda el nepotismo sentimental, familiar o ideológico del poder. A esa exclusiva perpetuación del poder obedece la nueva Amnistía a la carta.
No nos sorprende, conocida la inveterada forma de proceder del socialismo español, desde sus orígenes: con la ley, cuando ésta sirva a nuestros intereses; contra la ley, cuando nos perjudique. Comportamiento propio de cualquier organización delincuencial y que obtuvo su máxima expresión en octubre de 1934, en febrero de 1936 y en los tres años de una guerra civil que ellos habían provocado.
Tampoco nos rasgamos las vestiduras, pues pronto hará un siglo en que separatistas, comunistas y socialistas se unieron para dar un golpe de Estado contra la II Republica, aburguesada porque habían triunfado las derechas. Ahora, el propósito es idéntico, el pretexto puede ser más alambicado, y las circunstancias de tiempo y lugar dificultar las expectativas, pero el fin ya no lo ocultan. Los plazos podrán demorarse, la monarquía no servir a sus propósitos y la sociedad civil no abdicar de sus obligaciones, tomando la calle y salvaguardando las instituciones aún independientes, pero la hoja de ruta está marcada y el tiempo que llevan en su propósito les favorece.
La acción del Sanchismo en amnistiar no se atiene a una actividad mental meditada; ni a un acto involuntario de posesión diabólica; menos aún a la generosidad del sacrificio, en aras de un interés general. Expresa el modo, la forma y la razón de permanecer en el poder, otorgando la impunidad del delito más grave, de apariencia política y consecuencias devastadoras para la convivencia futura.
Con ello, el pueblo será sujeto de unos u otros derechos, en función del territorio donde viva. La justicia se administrará en nombre y en función de los intereses creados del presidente. La libertad, limitada, lo mismo que la historia, al relato virtual de una propaganda cada vez más obscena, irracional y contradictoria. La igualdad, hasta que no quede riqueza sin expoliar y/o malversar. El pluralismo político será una fantasía iconoclasta. Quien no profese el pensamiento único, será tildado de enemigo del pueblo o cualquier otro ditirambo al uso.
La Fundación Nacional Francisco Franco seguirá estando donde le corresponde, al servicio de lo permanente en la historia de España. No admitimos ni un solo lamento. Todos somos culpables y solo queda la hercúlea misión de reconstruir un edificio que amenaza ruina, laminado en lo social, político y económico. Confiamos en que el alma hispana se vuelva a manifestar en esta coyuntura excepcional. Nadie puede tapar con un dedo el sol cegador de una ambición, de una cuadrilla de botarates, de unos vividores y despilfarradores de nuestros impuestos, de unos usurpadores de todas y cada una de las instituciones del Estado, de unos bufones inmorales en una democracia degenerada.
Así es.